Estamos empezando el último tercio de la contienda electoral más disputada y reñida de nuestra democracia. Y los temas del segundo debate presidencial (más amable y dinámico), comercio exterior, inversión y migración, nos dejaron ver que las propuestas de los candidatos van de la mano con la visión de país que proponen.

Decidir quién ganó el debate es perder el tiempo en una discusión estéril. Este debate, como el anterior, no cambiará las tendencias; éstas sólo se modifican con un golpe de timón o un cambio radical de algún candidato. Todos han afirmado, sin sustento, que su candidato ganó; lo que podríamos decir, sin temor a equivocarnos, es que ¡perdió el Toluca!

Los debates importan si logran cambiar las tendencias; de lo contrario, sólo son anécdotas o buenas frases para recordar; pero hagamos un recuento:

Para empezar, vimos a un Meade renovado, mucho más contundente y enfocado en las respuestas. Al escucharlo, es evidente que tiene la experiencia y el conocimiento que le ha otorgado haber sido cinco veces secretario de Estado. A diferencia del resto de los candidatos, sabe analizar cada uno de los temas y cómo deben ser atendidos: es claro que sus propuestas no son ocurrencias.

Durante el debate, vimos que su imagen fue acorde con cómo se ha conducido en las últimas semanas: con liderazgo y una voz más enérgica. Ha dejado el tono suave de funcionario público para ser el candidato que sabe proponer los cambios que el país necesita.

Por su lado, López Obrador siguió cuidando su ventaja. Es un líder que sabe hablarle a su público, pero no podemos dejar de lado su salud: si no tiene un problema, ojalá dé una respuesta contundente, más allá de sus dichos. Un candidato que quiere hacer tantos cambios necesita la fortaleza para llevarlos a cabo. En el debate, sus respuestas fueron las mismas que ha repetido desde que inició su campaña: no ha evolucionado en su discurso, ni en sus propuestas; aunque no necesite hacerlo para mantenerse.

Vimos a un Anaya que repitió la misma estrategia estridente e histriónica, pero que ya no le funcionó: no debió arremeter contra la familia del resto de los candidatos cuando no puede dar respuestas sobre su familia, patrimonio y denuncias pendientes sobre lavado de dinero. Dice que lo ha explicado varias veces, pero muchos electores seguimos teniendo dudas porque no hay nadie, ni en su equipo de campaña, que pueda dar una respuesta clara al respecto. Este tema está pasando de ser la piedra en su zapato para convertirse en la llaga que en poco tiempo le puede impedir seguir caminando.

Mas que un candidato presidencial, vimos a alguien sin experiencia, con buen discurso, pero vacío: no aporta nada nuevo y no tiene una visión de país; entendible de quien no tiene más credenciales que haber sido secretario particular de un gobernador.

El Bronco, por su parte, quiere desmarcarse de la clase política a la que pertenece. Seguramente regresará a gobernar Nuevo León y veremos si muestra la rudeza de la que tanto habla y puede llevar a cabo lo que ha propuesto en esta campaña. Sin duda alguna, su modo de ser como candidato le pone sal a la contienda.

Por último, sobre la renuncia de Margarita. No es correcto dejar al garete o en manos de Anaya a quienes la apoyaron; después de meses de crítica y la aclaración de la traición de Anaya a los estatutos de su partido para sacarla de la contienda interna. Anaya ganó (¿?) la contienda interna, pero, después del 2 de julio, lo más probable es que ella tome revancha y se haga del partido.

Nos estamos acercando al 1 de julio. Valoremos qué tipo de líder necesita nuestro país. Creo que México necesita uno capaz, en el que se le pueda confiar y en el que estemos seguros de su honorabilidad. Repito, como en un artículo anterior: vamos a elegir, con todas sus consecuencias, a un presidente por 6 años; no a un candidato por unos meses, que no tendría ninguna consecuencia.

Coordinador general de Puertos
y Marina Mercante

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Noticias según tus intereses