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La educación es el medio privilegiado que tiene el país para enfrentar los grandes problemas que sufre: la ignorancia, la violencia, la corrupción, la impunidad, la ilegalidad, la pobreza, la desigualdad, el egoísmo, la intolerancia y la discriminación. Sin embargo, este medio no siempre ha operado satisfactoriamente. Hubo una época de auge en la educación nacional (mediados del siglo pasado), pero en seguida sobrevino (fines del siglo XX, principios del XXI) un periodo de declinación.
Este es el punto de partida de los planteamientos que hizo público el INEE el día 7 de mayo. La educación mexicana sufre una grave postración. Aunque exhibe algunos logros, —sobre todo en materia de cobertura—, el sistema educativo de México sigue mostrando graves deficiencias en aprendizajes. Este sistema tiene rasgos excepcionales: tiene una dimensión gigantesca —es el quinto más grande del mundo—, es sumamente complejo en su organización, opera de manera desigual y produce resultados insatisfactorios.
Este gigantesco aparato no siempre ha sido orientado hacia objetivos precisos: muchas veces funciona por inercia y, otras, semeja a un barco al garete que avanza sin rumbo definido. En el documento Educación para la democracia y el desarrollo de México, el INEE propone que la acción educativa tenga una orientación clara. La política educativa, dice, debe poner el acento en dos puntos fundamentales:
1) Ante la crisis de convivencia social se debe priorizar en la escuela la formación cívica y ética del alumno y fomentar en él valores para la convivencia democrática: autonomía, empatía, respeto, honestidad, tolerancia, paz, diálogo, solidaridad, justicia, respeto a las normas y a la diversidad;
2) Ante los bajos índices de productividad, se propone formar personas con habilidades y competencias que les permitan actuar satisfactoriamente en el trabajo y la vida productiva.
La educación nacional no debe estar atada a ningún sistema ideológico cerrado ni debe imitar mecánicamente las experiencias exitosas del extranjero. México tiene su propia filosofía y debe construir su proyecto educativo con base en su propia experiencia. Generar la justicia social que el país demanda requiere concebir a la educación de calidad desde una visión humanista, ajena a prejuicios, igualitaria, crítica e inclusiva.
La postración que vive la educación nacional reclama, para su abordaje, el uso de un lenguaje directo y claro, alejado de los viejos eufemismos y de las retóricas gastadas que sólo han servido para ocultar la realidad y reproducir la crisis que nos agobia. Un factor causal de la declinación educativa es la desigualdad en el funcionamiento del sistema, el hecho de que se ofrezcan servicios educativos de buena calidad a la población más solvente y servicios de baja calidad a la población más pobre. Esta desigualdad es el principal motor de la crisis educativa. Jamás se logrará producir una educación de calidad para todos si no se ataca este crucial problema. Es urgente, por lo mismo, elevar la calidad de los servicios educativos que se ofrecen en las zonas más vulnerables del país.
Otros factores causales son las deficiencias del gobierno educativo, la inadecuada preparación de muchos funcionarios, el pobre desempeño del Poder Legislativo en su función de contrapeso del Ejecutivo, la infiltración de la política en los asuntos educativos, la existencia de una organización gremial enorme que influye decisivamente en el funcionamiento de las escuelas y que por momentos desborda sus funciones invadiendo la esfera de la autoridad educativa. Junto a esto, existe una excesiva burocratización en la gestión del sistema educativo que resulta muchas veces asfixiante para los profesores y para las escuelas. En fin, se necesita una política educativa vigorosa y múltiple si se quiere hacer avanzar la empresa educativa de México.
Miembro de la Junta
de Gobierno del INEE