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El terrorismo no es el espíritu de las religiones. Ningún dios se expresaría a través del odio y la muerte. El terrorismo no es una estrategia de lucha política, es usar el miedo como instrumento de manipulación, división y de degradación de lo humano. El terrorismo no busca solo atacar a sus víctimas, sino que busca destruir el corazón de cada nación. El terrorismo es una amenaza que cobra la vida de alrededor de 25 mil personas cada año.
Durante décadas hemos recibido cada vez más información sobre este fenómeno, sin embargo, las noticias sobre su incidencia es selectiva. Según el Índice Global de Terrorismo publicado por el Instituto para la Economía y la Paz, menos del 3% de los ataques terroristas ocurren en países de la OCDE. Por otro lado, el 97% de los ataques es menos visible por la frecuencia con la que sucede, y porque suceden en países donde, tristemente, nos acostumbramos a escuchar o leer sobre muerte y conflictos. En esto, los medios tienen una gran responsabilidad. Debemos ser igual de empáticos respecto de un atentado que sucede en París, Nueva York, México o Jordania, Siria o Nigeria. La indiferencia es la semilla del terror.
Así como existe esta diferencia en los lugares en donde inciden los ataques terroristas, también la hay en sus causas. Por ejemplo, en países de la OCDE, el IEP encontró una importante correlación entre el terrorismo y factores socioeconómicos como niveles de desempleo juvenil, confianza en la prensa y la democracia y actitudes hacia los migrantes. De acuerdo con éste y otros estudios, en países de la OCDE la única forma de acabar con el terrorismo desde la raíz es combatiendo la marginación, desigualdad y discriminación e implementando políticas reales de inclusión y pertenencia para los jóvenes. ¿Esto quiere decir que todo migrante o joven sin empleo es un terrorista? No. Lo que los datos nos indican es que tenemos que erradicar las condiciones que generan un ambiente propicio para que los terroristas recluten a nuestros jóvenes. O para que los aspectos psicológicos, emocionales, tecnológicos y culturales de las sociedades modernas no aíslen a nuestros jóvenes de tal forma que les drenen todo sentido de vida.
Por otro lado los países con mayor actividad terrorista, la incidencia está asociada con la inestabilidad, la corrupción, la falta de procuración de los derechos humanos, la prevalencia de las redes de delincuencia organizada y la violencia perpetrada por el Estado, entre otros factores. De estos datos se desprende que tenemos una tarea principal: la construcción de paz mediante instituciones nacionales y supranacionales. No es suficiente el combate al terrorismo que nuestros gobiernos y las instituciones multilaterales realizan actualmente para alcanzar la paz. Si queremos no sólo combatir sino erradicar el terrorismo, nuestra tarea debe ser más profunda. Es decir, debemos eliminar también las causas que dan origen al terrorismo, las razones por las que miles de jóvenes están dispuestos a matar a otros. Tenemos que construir una paz sostenible.
La respuesta al terrorismo no puede hacerse con las mismas armas y reglas de los terroristas. Restringir libertades, lastimar la democracia, generar gobiernos autoritarios no es la respuesta. La voz del terrorismo es la del miedo, no puede ser el Estado quien haga eco e infunda más miedo en la población. La respuesta sí está en un modelo más democrático, más incluyente. En gobiernos profundamente comprometidos con los derechos humanos y con políticas de promoción del respeto y la tolerancia. En gobiernos que promuevan la participación política, que los ciudadanos sepan que son partícipes de su destino colectivo a través de la implementación de mecanismos de democracia deliberativa. Que tengan reglas claras respecto al fenómeno migratorio. Que los agentes de los estados receptores tengan la capacidad de tratar con los migrantes, de tratarlos dignamente, de no estigmatizarlos, descriminalizarlos. Hoy me encuentro en Nairobi, Kenia, compartiendo la mesa del discurso inaugural de la Conferencia Regional Africana de Alto Nivel Contra el Terrorismo y la Prevención del Extremismo Violento con el Secretario General de la ONU, Antonio Guterres, y el presidente de Kenia, Uhuru Kenyatta, para unirnos al esfuerzo global de combatir el terrorismo construyendo una paz sostenible.
Diputada federal