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A nivel internacional, cada vez ha dominado más en el discurso público la aversión hacia la inmigración, las demandas de mayor protección fronteriza, el rechazo hacia la gobernanza supranacional y la supremacía del bienestar nacional. Cada vez se respira más en el aire la xenofobia y la intolerancia, el nacionalismo y el individualismo. Todos estos elementos, los cuales se han infiltrado y normalizado entre la opinión pública, se relacionan directamente con las corrientes de extrema derecha, cuyas agendas han desafiado por igual tanto a los sistemas de gobernanza democrática nacionales como a los internacionales. Esta amenaza está latente en todo el mundo, y la Unión Europea no ha sido la excepción.
Las próximas elecciones al Parlamento Europeo se celebrarán entre el 23 y 26 de mayo de este año y los primeros sondeos indican que las formaciones ultraderechistas y antieuropeístas podrían lograr entre el 20% y el 35% de los escaños, situación que, de volverse realidad dejaría en manos de la extrema derecha una alta injerencia en el reparto institucional europeo, abriéndole la puerta a presidencias de comisiones parlamentarias y al liderazgo de proyectos legislativos. De cumplirse las proyecciones de estos sondeos, el Parlamento Europeo estaría fuertemente influenciado por un grupo cuya visión de la Unión Europea es, por decir poco, pesimista y cuyo objetivo primordial es el de bloquear su funcionamiento institucional.
La extrema derecha europea no es una única, sino que es un fenómeno disperso. El mayor reto para hacer incidir su agenda en la UE será el que se logren constituir en un grupo parlamentario unificado y coordinado. Esta tarea asegura ser difícil ya que el carácter fuertemente nacionalista de las ultraderechas europeas ha impedido tradicionalmente el logro de acuerdos duraderos y de alianzas sólidas. Sin embargo, por primera vez en la historia del Parlamento Europeo, el ultraderechismo se perfila con capacidad de formar un bloque parlamentario influyente y disruptivo. Las próximas elecciones tienen un buen potencial de heredar una legislatura en la que, por primera vez, la extrema derecha no se deba conformar únicamente con hacer retumbar a Bruselas con discursos furibundos sin ninguna traducción política real sino que podrán tener mejores herramientas para ser incisivos y transformadores.
Si antes se pensaba que Europa era más que la suma de sus partes, hoy esta noción está en juego. Ante la experiencia del Brexit, la extrema derecha ya no busca más abandonar la UE, sino que aspira a minar sus instituciones desde dentro. Busca difundir la idea de que la integración europea es un camino hacia la inseguridad y la pérdida de libertad. La libre circulación y la apertura hacia la vecindad europea, uno de los pilares básicos de la UE, tambalea ante un discurso profundamente xenófobo y antieuropeísta. Así, entusiasmo de años anteriores se está desvaneciendo, siendo reemplazado por el nerviosismo y el escepticismo. Lo que depare a la UE para el futuro está por verse, y México deberá estar atento, ya que la renovación del TLCUEM será ratificado en el Parlamento Europeo el tercer trimestre de este mismo año. De la nueva configuración del parlamento dependerá el rumbo que tomará ese 5.5% de nuestras exportaciones que terminan en territorio europeo y dependerán las expectativas de que ese porcentaje crezca.
Diputada federal