La inseguridad y la violencia generan la búsqueda de soluciones, por extremas que sean. Cualquier gobernante desearía no lidiar con las consecuencias del crimen. Una sociedad en paz, es el anhelo de cualquier dirigente.
Las policías han transitado en la indecisión de usar su equipamiento (arma de fuego) en sus labores de prevención. Existe la idea de que al disparar, puede darse un abuso de autoridad o un hecho de consecuencias mayores donde el respaldo oficial será débil o ausente.
Ahora que el jefe de Gobierno ha señalado que se puede usar la fuerza mortal, ello no debe entenderse como una licencia para disparar a la menor provocación. Cierto es que la Ciudad de México enfrenta una de sus más severas crisis en materia de seguridad, pero esto no puede convertirse en el argumento de la discrecionalidad.
Las policías están sujetas a un protocolo de uso de la fuerza, que ninguna situación de emergencia puede justificar su inobservancia.
No debemos volver a las épocas en que se canjeaban medallas por presunto delincuente abatido. El llamado del jefe de Gobierno es para que los policías recuerden que les asiste la legítima defensa, después de hacer guardar las técnicas de defensa y de protección. Interpretar el llamado como una oportunidad a la permisividad y al abuso nos llevaría a retroceder a las etapas más oscuras de la arbitrariedad e impunidad oficial.
Twitter: @gabrielregino