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El 20 de abril de 1999 Estados Unidos vivió una de sus jornadas más dramáticas con motivo de lo que hoy conocemos como la Masacre de Columbine, cometida por dos estudiantes de la secundaria del mismo nombre.
Posterior a la tragedia, más de una docena de tiroteos han puesto de luto a hogares teniendo como causas comunes el libre acceso a las armas y el acoso escolar.
La carencia de habilidades para resolver conflictos, aunada al desinterés de las autoridades académicas en generar espacios de sana convivencia, han empujado en aquél país a organizaciones como la NRA a proponer como solución a los tiroteos en centros educativos, el armar a los profesores.
Una de las últimas tragedias, ocurrida en Parkland, ha llevado a una movilización juvenil sin precedentes, empañada por el reciente suicidio de una sobreviviente con sentimiento de culpa.
Las escuelas se consideran como espacios seguros, donde los alumnos reciben la educación que los llevará a ser personas integradas a modelos sociales que cada día son más exigentes.
Se olvida, desafortunadamente, que en cada salón se gestan conflictos y se desarrollan resentimientos incubados en hogares disfuncionales.
En México han ocurrido eventos lamentables como el del Colegio Americano, en Monterrey, donde un alumno armado asesinó a su maestra, a compañeros y se disparó a sí mismo, ocasionándose la muerte.
Nuestro país se halla envuelto en una dinámica de violencia inédita que ha llevado a las erróneas decisiones de utilizar a las Fuerzas Armadas como policías preventivos. Dentro de esta ola, el día de ayer [lunes] una estudiante falleció por disparo de un arma al interior de su salón de bachillerato. El caso se encuentra en investigación y quizá fue una bala perdida o el imprudente uso de una pluma pistola al interior del aula.
Se podrá convocar a movilizaciones, juntas con padres de familia, discursos y comunicados. Se necesitan acciones contundentes, más allá de las pueriles discusiones sobre los derechos de los niños, la privacidad y demás.
La tragedia exige la colocación de un escáner en el acceso a centros educativos. No es criminalización, sino prevención efectiva. Oponerse es desconocer la realidad violenta de México y convierte a quienes se opongan en cómplices por omisión. Ningún recurso para la instalación de estos esquemas es caro, si con ellos se puede salvar una vida.
¿Qué tan lejos estamos de un Columbine?
Aideé.
Twitter: @gabrielregino