Gabriel Guerra

El voto inútil

30/05/2018 |01:17
Redacción El Universal
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Si usted es como yo, querido lector, cree que su voto vale, que cuenta. No solo en el sentido de que realmente va a ser contado en la noche del 1 de julio, sino también de que va a ser tomado en cuenta. Es decir, que los grandes tomadores de decisiones, los grandes “influenciadores”, los medios de comunicación, los mercados, van a acusar recibo no únicamente del resultado de las elecciones, sino de la correlación de fuerzas de los diferentes partidos, candidatos y alianzas.

El sistema político mexicano siempre ha sido centralista, aunque hoy le llamemos presidencialista. Independientemente de quien ha ocupado el poder o quien ha salido victorioso en las guerras internas, incluso remontándonos a los tiempos anteriores a la independencia, nos da por girar en torno a una persona cuyo poder puede estar acotado por los astros o los dioses (como los aztecas), por un poder superior (los Virreyes), o por limites de tiempo (desde que se impuso la no reelección). Pero por muchos limites constitucionales o celestiales que existan, el poder se refleja o nos lo imaginamos reflejado en la figura del Tlatoani.

Muy probablemente eso cambiará pronto. Gane quien gane la Presidencia deberá enfrentar las enormes divisiones que hoy surcan a nuestro país, lo mismo socioeconómicas que político-partidistas. Los medios de comunicación, el peso creciente de la ciudadanía organizada, las redes sociales, las instituciones autónomas del Estado, el creciente poder de estados y municipios, todo eso contribuye a balancear y tal vez a disminuir el poder omnímodo de la Presidencia.

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Una de las propuestas que está sobre la mesa es la de los gobiernos de coalición. Si bien resulta impracticable dado el régimen constitucional mexicano, y se convierte por lo tanto en una frase de campaña, no es nueva la idea de tener que formar coaliciones después de las elecciones para obtener mayorías legislativas. En México le hacemos al revés, armando mayorías de temporal, o de conveniencia momentánea. Solo en pocos casos se han logrado para reformas de gran calado, como las impulsadas por el Pacto por México al inicio de la administración de Enrique Peña Nieto, y no fueron duraderas precisamente por sus características de ocasión.

En las democracias parlamentarias las mayorías tienen que durar, pues de su longevidad depende directamente la del gobierno en turno y de su estabilidad también depende la de las políticas que impulse. No hay gobierno sin mayoría parlamentaria, punto. Y las coaliciones pueden ser tan aberrantes y contrarias a la lógica como cualquiera que se pueda uno imaginar actualmente en México, siempre y cuando garanticen cierta permanencia.

En esa lógica es que la idea del voto útil/inútil viene al caso. Los ciudadanos no votan ya por quien pueda ganar, sino por quien mejor representa sus anhelos, ideales o, más egoístamente, sus intereses. Y la pluralidad se garantiza en la medida en que se le da viabilidad a los partidos pequeños o de nicho, porque son esos los que aseguran que sectores minoritarios o marginales estén debidamente representados y protegidos. Nada, insisto, que pueda funcionar con el sistema actual. Esto, que puede o no gustarnos y que tiene tantas posibles ventajas como desventajas, requeriría toda una serie de reformas que nos acercaran al modelo de gobierno parlamentario (como el de Gran Bretaña o Alemania) o semi parlamentario (como el de Francia).

Yo me confieso escéptico ante los argumentos a favor del llamado voto útil, en primer lugar porque las encuestas nos han mostrado a lo largo de los últimos años su enorme margen de falibilidad. Si no podemos estar seguros de ellas, bien fácil sería equivocarnos al emitir un voto supuestamente útil.

En segundo lugar, yo creo que la idea de la democracia moderna consiste en que la gente exprese sus preferencias o sus aversiones abiertamente, que elija al que quiera y que gane el que la gente quiera. Suena muy sencillo, pero a muchos les cuesta trabajo entenderlo.

Vote usted, querido lector, por el candidato que más le agrade, el que le parezca más adecuado a los tiempos que vive el país, al tipo de persona que usted crea que puede y debe encabezar al próximo gobierno. Pero no se conforme ni se deje presionar: cada quien sabe, en lo más intimo de su ser, lo que para él o ella es mejor.

Analista político y comunicador.
Twitter: @gabrielguerrac
Facebook: Gabriel Guerra Castellanos