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Hoy me ocupan dos asuntos, queridos lectores. El de la coyuntura, que a muchos nos interesó y nos pegó a nuestras pantallas e domingo, fue el primer debate entre los ahora ya cinco candidatos a la Presidencia de la República. El segundo, que podría parecer de entrada más del momento, el secuestro, asesinato y desaparición de tres jóvenes estudiantes en Jalisco, es en realidad un asunto de fondo, estructural de nuestro país.
Comienzo por lo inmediato primero porque está todavía en boca o en pluma de todos, y segundo porque de alguna manera nos permite formarnos una idea de lo que puede venir.
Desde el domingo por la noche una pregunta recorría, como fantasma danés, las redes y los medios: ¿Quién ganó? Como es costumbre aquí y en todas partes, cada candidato y cada equipo de campaña salió a cantar victoria, algunos incluso antes del debate. Encuestas, sondeos, grupos de enfoque y cocteles con bocadillos eran espacios para analizar, desmenuzar y presuntamente medir o valorar el desempeño de los candidatos. Lo de menos son la metodología, la representatividad o la objetividad: como si fueran rancheros, todos intentan llevar agua a su molino.
Yo no voy a meterme a dar calificaciones y mucho menos a hacer vaticinios a partir de lo que pasó el domingo por la noche. Los debates, como las encuestas, reflejan un momento, una circunstancia, una fotografía del momento y del entorno. Un buen ejercicio para comparar algunas características de los candidatos, algunas de las cuales son relevantes (propuestas, templanza, serenidad) y otras completamente superficiales (habilidad retórica, manejo del escenario, apariencia física).
En todo caso, si la tenemos que hacer, la calificación al desempeño de los candidatos debería enfocarse en tres aspectos:
La estrategia u objetivos de cada uno. No es lo mismo ir a jugar a la segura con una amplia ventaja en encuestas, como lo hizo López Obrador, que ir a tratar de robar el escenario como Jaime Rodríguez, nunca mejor apodado Bronco.
La expectativa que cada uno generó, consciente o inconscientemente, previo al debate, comparada con el desempeño real y el manejo posterior de la propaganda y la comunicación: Ricardo Anaya era el favorito en términos de su capacidad para la retórica. En ese sentido, su buena actuación no sorprendió y, por el contrario, podría haber quienes esperaban algo más. Caso diferente al de José Antonio Meade, de quien se esperaba solidez en las propuestas y el conocimiento técnico, pero no necesariamente que fuera el mejor orador o esgrimista verbal.
Finalmente hay que evaluar los resultados concretos para cada uno. Ganar puntos en el debate, en un país con relativamente poca cultura de la confrontación de ideas y argumentos políticos como México, no equivale a sumar votos.
Y obviamente, queridos lectores, cada quien dirá que “su” candidato fue el ganador. No hagan demasiado caso, faltan 67 días para la elección y eso es una eternidad en términos de campañas y de comunicación política. Los riesgos son enormes para cada uno en términos de errores, tropiezos, acusaciones o escándalos. Y hay un elemento que las encuestas no están midiendo: la capacidad operativa, la estructura y alcance territorial de cada uno de los partidos. Y ahí va a estar la gran diferencia a la hora de la hora.
No puedo dejar de referirme a la tragedia de los tres estudiantes de cine asesinados por miembros de alguna de las muchas organizaciones criminales que hacen de las suyas en México. Es muy fácil aprovechar la tragedia para hacer politiquería o retórica barata, los ejemplos del oportunismo, el cinismo o el simplismo abundan, sobre todo en redes sociales.
Lo tristemente cierto es que el modelo de combate al narcotráfico no ha funcionado y requiere un replanteamiento de fondo. No basta la legalización, tampoco las expresiones de buena voluntad de aumentar las capacidades policiacas. Lo que urge, urge, es encontrar una política de Estado, alejada de intereses y banderas partidistas, a la que todos se sumen. Ni la culpa ni la solución están en un solo partido o candidato.
Un problema de esa magnitud merece que los mexicanos lo discutamos en serio y nos pongamos, por fin, de acuerdo.
Analista político y comunicador.
Twitter: @gabrielguerrac
Facebook: Gabriel Guerra Castellanos