Vivo en un país, queridos lectores, en el que la simulación es una forma de vida. Un país en el que es raro el que se mantiene fiel a sus principios y convicciones, pero más raro aun es el que las tiene. Un país en el que las alianzas no respetan ya no digamos colores partidistas o conceptos básicos de políticas públicas, sino siquiera lo que antes se conocían como ideologías.

Ya mucho se ha dicho de las dos alianzas más extremas (antinaturales, diría alguien, no yo): la de Morena con el PES y la del Frente que conjuga a un partido que se supone demócrata cristiano (PAN) con uno que se cree socialista moderado (PRD) con uno (larga pausa para tratar de definir a MC), con uno (otra pausa), con uno musical. Tan musical que se le recuerda por eso y solo por eso, pero al que jamás se le ocurrió asociarse con el Movimiento de los 400 Pueblos, esos que se desvisten en la vía pública cuando se manifiestan. O tal vez ya lo hicieron, difícil saberlo.

La de PRI, Partido Verde y Nueva Alianza tiene una cierta lógica (Verde y PRI fueron de la mano en 2012) y un elemento surrealista: Nueva Alianza es el partido fundado bajo la mano protectora de Elba Esther Gordillo, que le dio entre otras cosas el triunfo numérico a Felipe Calderón en 2006. Defenestrada La Maestra, nada más natural que verlos de la mano del PRI cuyo gobierno la metió en la cárcel, la sacó de ella y la suplantó en la dirigencia del movimiento magisterial. Pero ahí no termina el trayecto surrealista: la alianza PRI/PVEM/Panal sólo funciona en la elección presidencial y en algunas de las locales y estatales. Ni eso pudo hacer bien la dirigencia priísta.

Al escribir este texto sólo conozco las listas a candidatos plurinominales al Senado por Morena/PES y por el Frente Ciudadano, o como se llame hoy. Hay muchos nombres que llaman la atención, y sólo algunos para bien. Por lo demás, vamos del saltimbanquismo de personajes como Gabriela Cuevas y Germán Martínez, otrora feroces críticos de López Obrador y hoy contentos candidatos de su partido, al extremo casi obsceno de la candidatura de Napoleón Gómez Urrutia, dirigente vitalicio de un sindicato minero antes manejado por su padre y que ha pasado los últimos años en un muy cómodo retiro táctico en Canadá. Dicen que fue un perseguido político, lo cual es una afrenta a todos los que verdaderamente han enfrentado persecución por sus ideas y posturas políticas en nuestro país. Enemigo, eso sí, de dos gobiernos y de un poderoso empresario, Germán Larrea, cuyo plumaje ciertamente no es de esos que cita el poeta.

Están también ya prácticamente confirmados los tres candidatos independientes que seguramente estarán en la boleta. Jaime Rodríguez, El Bronco, es el más dudoso de todos por las denuncias, que parecen serias, de que utilizó recursos de su propio gobierno para alcanzar las firmas requeridas. Armando Ríos Piter, hombre joven de ideas frescas que no acaba de perfilar aquello que lo haga diferente del que fue su partido, el PRD. Y la verdadera rebelde en la contienda, Margarita Zavala, quien enfrentó todo el peso del aparato anayista dentro del PAN y que ahora es, curiosamente desde fuera del partido, la que mejor arropa los valores tradicionales panistas. Ya me ocuparé de ellos y de los tres principales, que cerraron sus campañas el domingo. Todo lo sucedido hasta ahora en las precampañas no es más que un preludio de lo que vendrá.

Lo único que sí sabemos es que la composición de las listas y las candidaturas a gobernador van a alterar significativamente todos los cálculos políticos. Que surgirán revelaciones o escándalos que cada quien sabrá o no resolver. Que la pausa puede romperle el ritmo a cualquiera. Y que falta una eternidad, más de 4 meses, para las elecciones. Van los primeros 5 kilómetros de una maratón y ya hay quienes cantan victoria y hasta se dan un tiempo para comprarse su “sanguich”.

Analista político y comunicador

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