Antes que cualquier otra cosa, permítanme, muy apreciados lectores, desearles cosas buenas para este 2019. Salud, por supuesto. Amistades largas y sinceras, conversaciones inteligentes, lecturas provocadoras, reflexiones que los lleven a mejores cosas. Y siempre, siempre, a alguien cercano que esté dispuesto a decirles la verdad por muy incómoda que pueda resultar.

Estamos saliendo de uno de los años más intensos que yo recuerde en mis muchos de observar el acontecer mexicano. Desde los desafíos externos, provenientes de muy disímbolas maneras del norte y del sur, hasta las profundas divisiones provocadas por una de las campañas electorales más cargada de inquina en nuestra historia política, el 2018 nos puso a prueba en lo individual, en lo social, en lo colectivo.

La verdad sea dicha, no todos dimos el ancho. Caímos, muchos, en las provocaciones de las fake news o de los discursos polarizantes y divisorios. Nos dejamos convencer, con demasiada facilidad, de que todo se podía pintar de blanco y negro, dividir entre buenos y malos, que solamente “los otros” eran los responsables de las tensiones, de la división.

Nos faltó levantar la voz con mayor firmeza cuando algún integrante de círculos familiares, amistosos o profesionales pronunciaba palabras injuriosas y/o notoriamente falsas hacia quienes son o piensan diferente.

No corregimos a quienes hablaban, en nuestra presencia, de chairos, de fifís, de ninis, de fascistas, de Amlovers o de Pejezombies. Nunca objetamos cuando alguien señaló, enfrente de nosotros, que TODOS los (inserte usted aquí lo que prefiera: priistas, panistas, morenistas) eran ladrones o persignados o comunistas encubiertos, o que el simple hecho de apoyar a un partido o candidato (o de criticarlo) nos convertía en partidarios de Hugo Chávez o Donald Trump o en vendidos o chayoteros o traidores a la patria.

Nos dejamos llevar —sin oponer mayor resistencia— por las simplezas que resultan tan atractivas precisamente porque no exigen reflexión ni examen de conciencia, porque no nos obligan a mirarnos en el espejo ni a revisar la conducta de los “nuestros”, que solo nos facilitan la condena fácil a los “demás”.

Y hoy, arrancando el ’19, todavía hay quien se pregunta cómo es que hay tanta insidia, tanta confrontación en el así llamado “ánimo social”, en el ambiente. Y muchos de los que por acción u omisión permitimos que las cosas llegaran a este punto ahora nos lamentamos.

Pero hay cosas mucho mejores y sobre todo más útiles que lamentarse. Para empezar, podríamos recordar que vivimos en un país en que la enorme mayoría de la gente no se puede dar el lujo de andar analizando y radiografiando cada palabra; en que las redes sociales son solamente una herramienta de comunicación, pero de ninguna manera el reflejo de lo que sucede en México, especialmente después de que han sido secuestradas por pandillas de mercaderes que usan a sus bots, troles y perfiles falsos para acosar, intimidar, manipular, distorsionar.

En el 2018 se dio, por la vía democrática, un cambio toral de rumbo y de orientación política. Puede gustar o no, pero vale la pena recordar que no se dio en el vacío: si en su clara mayoría los votantes optaron por el cambio es porque ya no querían seguir por el mismo camino. Me abstengo hoy de hacer juicios de valor acerca del pasado (ya los he expresado en textos anteriores), pero es evidente que no se veían satisfechos ni con el status quo ni con las demás alternativas electorales.

Toca ahora a todos y cada uno de nosotros tratar de restañar heridas, de olvidar agravios, de mirar hacia adelante. Habrá más de uno que prefiera la ruta del rencor, de la descalificación del adversario. Habrá sin duda quien se maree en el ladrillo del poder. Y otros más que se crean responsables de “salvar” a la democracia desde la oposición, ignorando tal vez que nadie les ha otorgado ese mandato.

No será un camino sencillo este del cambio. No me atrevo a vaticinar ni éxitos ni fracasos, pero como a todo gobierno entrante le deseo a este suerte y fortuna, porque eso es lo que más le conviene a México. Y a los aduladores y a los críticos a ultranza solo puedo decirles que lo fácil en la vida es decir que “sí” o “no” a todo, el verdadero reto estriba en saber reconocer lo bueno sin dejar de señalar lo negativo.

Así, nuestro 2019 será lo que de él queramos hacer.

Analista político y comunicador

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