El 1º de diciembre de 2018 será sin duda recordada como una jornada histórica. El inicio de la “cuarta transformación”, así definida con “modestia” por nuestro nuevo presidente López Obrador. En el majestuoso escenario del Congreso prevaleció la civilidad. Allí se dieron cita además de nuestros legisladores, una presencia estelar de jefes de gobierno.

Discurso sin duda importante por su contenido. AMLO no dio sorpresas ni en lo que se comprometió, ni en lo que no rectificó. Expresó en una frase lo que sería su Plan de Gobierno: “acabar con la corrupción”. Ello, combinado con la austeridad republicana, generaría por “arte de magia” los recursos para su Plan de Desarrollo, sin aumentar impuestos. De allí saldrían sus grandes proyectos de infraestructura, su nuevo “Estado de bienestar social y su Plan de Pacificación”.

El día estuvo pletórico de símbolos y ritos. Así gobierna el “tlatoani”, encarnación del pueblo, con la emoción. No perdió tiempo. Su trayecto en el Jetta, abrió los Pinos al público, inició la venta del avión presidencial, se bajó el sueldo. En el Zócalo, “la verbena popular” con música vistosa y como punto culminante el momento en que se realizó la ceremonia solemne, no exactamente “juarista”, en que el “tlatoani”, en medio de cánticos e inciensos, se purifica y finalmente recibe el “bastón de mando” de los grupos originarios. ¡Entre lo grotesco y lo emotivo! Anunció sus “100 compromisos” desarticulados en busca de un marco congruente de estrategia.

Al día siguiente, “la cruda” ante la realidad. El presidente empezó desde temprano la compleja tarea de gobernar. Yo subrayo los cinco más peligrosos síntomas de esta “cruda”.

1º. La más grave insensatez: la cancelación del aeropuerto. La oportuna acción de Urzúa y Herrera en el primer día de gobierno, anunciando la continuación de la obra y la compra de US$1,800 millones de bonos, difirieron el “despeñadero”. ¡No satisfizo! Es sólo el principio. Los tenedores de bonos pensarán que no existen garantías con un proyecto “cadáver”. Si los venden entran en acción los inversionistas “buitres” con tecnología depurada a costo de Argentina, chantaje de default o pago. Todas las opciones son malas: canje por deuda del gobierno federal, pago total con recursos del fideicomiso que no alcanzan. Altos costos de cancelación superiores a los 200 mil millones de pesos.

2º. La absurda opción técnica de Santa Lucía, un aeropuerto sin aviones, porque no los autorizarán las autoridades de aviación. Conectividad inexistente. Más dinero tirado a la calle.

3º. El despilfarro de una nueva refinería con costo mínimo de US$8 mil millones, recayendo sobre un Pemex quebrado para que lo declaren deudor “descalificado”.

4º. Desarticulación del aparato del Estado por la desbandada de los cuadros técnicos, sea por baja de sueldos, por cese o por las incertidumbres propias de una absurda descentralización. Esto aunado a la parálisis de un nuevo gobierno y la falta de confianza de la inversión privada, pueden propiciar una atonía o recesión en el primer trimestre.

5º. La luz en la oscuridad es que se presente un nuevo presupuesto equilibrado, con un “milagroso” superávit primario, que sea creíble y, que por un acto de “brujería” hacendaria, concilie las exageradas exigencias de los 100 puntos, con los ingresos, disminuidos por la insensata baja de impuestos en la frontera.

La secuela es: desconfianza, demandas de default, pérdida de “grado” de inversión, descolocación de la deuda actual y dificultad para renovarla, salidas de capital, caída del peso, costosa alza de tasa de interés, todo lo cual puede desembocar en una crisis financiera, y el descarrilamiento inicial de la “cuarta transformación”. Todavía estamos a tiempo para prevenirlo.

Ex embajador de México en Canadá.
@ suarezdavila

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