Esta última semana se conformaron 3 peligros para México, cualquiera de los cuales pudiera detonar una crisis: la amenaza de una guerra arancelaria, las tendencias recesivas en la economía y la baja de calificación a PEMEX. La más apremiante era la introducción el lunes de un arancel de 5% sobre nuestras exportaciones y su efecto sobre la ratificación del T-MEC, que el Economist llamó una “bomba ruinosa”. Se pudo desactivar. Fue el éxito principal como correctamente argumentó Ebrard. Fue loable la gran lección de unidad con líderes del sector privado.
Acuerdo controvertido. Algunos consideran que nos apresuramos en ceder. Trump hubiera tenido que revertir la medida ante la fuerte oposición de legisladores de ambos partidos, gobernadores y empresarios. Pero ¿cuándo? Entretanto, hubiera habido efectos en cadena por el desquiciamiento del tráfico fronterizo, sobre la ratificación del T-MEC y el tipo de cambio. ¿Cedimos mucho a cambio de nada? ¿Caímos en la trampa del juego electoral de Trump? El problema migratorio es real, presiones de asilo mensual por más de 100 mil en su frontera no es sostenible para ningún país, agravado por nuestros errores de apertura irracional a “caravanas” visibles. El juicio depende del valor que se le da al impacto de la bomba del 5% vs. el costo que se pagará para evitarlo. ¿Qué dirán los mexicanos que no reciben lo que los muchos “asilados seguros de Trump”? ¡Los Acuerdos no serán fáciles de ejecutar y menos aún financiar!
Lo importante es derivar las lecciones y nuestras estrategias a futuro.
Lo primero es que el proceso electoral de EU que va desde ahora hasta noviembre, será una pesadilla inédita para México: el muro, los migrantes, el déficit comercial, los cientos de twitters ofensivos. No será la primera ni la última agresión. ¡Trump ya agarró caminito! Entramos en una nueva época. Se vulneran 2 de nuestros anclajes de estabilidad: en lo internacional, el orden multilateral de la postguerra. Su garante se convierte en su destructor. Económicamente, la gran zona de comercio e inversión de Norteamérica, que estará ahora sujeta a amenazas e incertidumbres. Ello significa redefinir nuestra política de desarrollo, hacerla menos dependiente de EU y del libre comercio. Fortalecer nuestro crecimiento con políticas más “orientadas hacia adentro”.
También debemos reconformar nuestra política exterior, que no es lo mismo que la interior, aunque sí la complementa. Definir una nueva política hacia Estados Unidos para “los tiempos de Trump”, afinando nuestras armas, nuestro discurso. Esto pasa por estar presentes como actor en los grandes foros multilaterales, como el G-20, para transmitir nuestros mensajes, no mediante cartas. Reforzar en la SRE una visión estratégica y prospectiva. Diversificar las relaciones, incluyendo hacia China. Redefinir nuestra estrategia hacia Centroamérica, no sólo el triángulo del Norte; lograr un frente común y, por supuesto, apoyar el Plan de Desarrollo con la CEPAL. Ello va acompañado de una política migratoria auténticamente soberana, con reglas, instrumentos e infraestructura adecuada, no una apertura irracional dependiente y no sustentable.
Ante la “amenaza externa”, el gobierno no tiene ya margen de error. Enfrentamos todavía 2 serios peligros adicionales: estamos ya en una "recesión" con tasas recientes de crecimiento cero o negativo. La segunda, se llama Pemex-Pemex. Es muy grave que Fitch le haya quitado grado de inversión, con serias consecuencia sobre nuestra deuda y su costo. Es una gran oportunidad para reforzar la unidad nacional, eliminar el discurso polarizante, rectificar políticas y evidentes desatinos: reiniciando el aeropuerto de Texcoco, cancelando Santa Lucía y Dos Bocas. Nos quedamos en el borde del precipicio. ¡No caímos! Primera llamada, pero no estamos fuera de zona de peligro.
Exembajador de México en Canadá.
@ suarezdavila