Este domingo Venezuela regresará a las urnas luego de que la Asamblea Nacional Constituyente —resultado de las convulsionadas y cuestionadas elecciones pasadas, sin participación de la oposición y que envolvieron al país en sangrientas protestas—, adelantara las elecciones previstas del 10 de diciembre, a través de un decreto. Será la elección número 22 en 18 años.
De nueva cuenta, los venezolanos tienen la posibilidad de cambiar su situación y su destino mediante el arma más poderosa para acabar el autoritarismo, el voto popular. Será la mejor prueba de lo que puede ser el futuro del país, pues se llevarán a cabo en medio de una severa crisis económica, política y social que ha mantenido a Venezuela en una extrema polarización política y preocupación internacional.
Y es que estos comicios medirán los avances y el reconocimiento político que ha ganado la oposición, así como el verdadero apoyo que tiene el presidente Nicolás Maduro a través de sus candidatos.
En el caso de la oposición los retos serán diversos. Por un lado, es interesante observar qué tantos adeptos han logrado entre los diversos sectores sociales y, en particular, en aquellos que se supone son más afines al oficialismo.
Pero además, una victoria también restauraría el vínculo con sus seguidores. De igual manera, deben mostrar que son un bloque sólido y superar el problema de la división interna que siempre los ha acompañado, incluso en los momentos más álgidos de confrontación con el régimen y que ahora no es menor, pues no todos los líderes opositores están de acuerdo con hacer parte de los comicios.
Algunos como Corina Machado critican la decisión de que la coalición opositora Mesa de la Unidad Democrática (MUD) haga parte de las votaciones, otros rechazan participar porque, en su opinión, suponen reconocer al régimen. Para el oficialismo es cuestionable que se inscriban candidatos de manera apresurada, mientras hablan de dictadura.
Otro gran reto a superar será el fantasma de la abstención, factor clave de las próximas elecciones regionales, pues en la medida que la votación sea mínima, ello favorecerá el andamiaje político que el oficialismo tiene como sustento electoral. Por ello, la oposición debe lograr que la gente acuda mayoritariamente a las urnas, para de esta forma poder revertir los resultados de 2012, ya que el reto estará determinado no sólo por el éxito de sus candidatos, sino porque logren demostrar un triunfo claro y contundente.
Pero si estas elecciones son un termómetro político para la oposición, más lo son para el oficialismo, que deberá demostrar que aún cuenta con el apoyo popular que tanto pregona. Precisa de mantener las 20 gobernaciones que actualmente controla o, por lo menos, evitar que la oposición gane la mayoría de esos estados, en particular aquellos que son fuente importante para la sobrevivencia de la economía nacional.
Aunque tenga bajo su tutela a la Asamblea Nacional Constituyente, a los tres poderes del Estado y al Consejo Nacional Electoral (CNE), será finalmente el constituyente primario como lo es el pueblo, el que tenga la última palabra. Una derrota de sus candidatos debe preocupar mucho a Maduro, porque vienen las presidenciales el próximo año y un mal resultado implicaría perderla sin importar mucho lo que haga. Pero si el oficialismo gana no es de extrañar un mayor fortalecimiento del autoritarismo, de su posicionamiento internacional y un desgaste del discurso opositor.
Este es el momento en que los venezolanos tienen el poder en sus manos, para que a través del voto puedan determinar un nuevo rumbo, crear un nuevo país, es la posibilidad para recuperar el camino de una verdadera democracia, de un nuevo porvenir.
Investigador del CIALC-UNAM