Cuando el vaso está medio lleno, también puede verse medio vacío. Los optimistas lo verán como al principio y los opositores o pesimistas, como al final de la frase. Esa es la historia de todos los informes presidenciales. El gobierno presume avances y la oposición se regodea con problemas y errores.

Llego el momento de tomar los Informes de Gobierno, tanto de presidentes municipales, como de gobernadores y del propio Presidente de la República, con más seriedad por parte de toda la clase política y la sociedad.

Digo lo anterior, porque muchos gobernantes aprovechan el Informe únicamente como una plataforma de propaganda de sus logros; la oposición utiliza ese momentum para centrarse en los errores y carencias del gobierno en turno; la academia ve con recelo e incredulidad las afirmaciones de unos y otros, porque las encuentran inmersas en la subjetividad de la política; y la sociedad no le presta importancia a lo que considera un asunto entre grillos.

Pero si el Legislativo dotara de plena autonomía al Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (Inegi) para que no tuviera intervención alguna gubernamental y le exigiera producir una base de datos con los principales indicadores del bienestar general, para que los informes de todos los órdenes de gobierno fueran comparables, entonces, independientemente del interés que cada titular del Ejecutivo quiera destacar en su relación con la sociedad, habría una base común de información precisa, comparable y homogénea para analizar el desempeño de los gobiernos.

Estos indicadores, más que centrarse en procesos, deben centrarse en resultados.

¿A qué me refiero? Pongo un ejemplo: el Sistema Nacional de Salud Pública reporta anualmente que logró vacunar a la población infantil, porque adquirió suficientes vacunas para el universo de la niñez mexicana, pero en realidad las cifras de vacunación muestran que más de un 50 por ciento de los niños no reciben su dosis. Entonces, lo que se debe de medir no es el número de vacunas que se compra, sino el número de niñas y niños que efectivamente son vacunados.

Va otro ejemplo. Hablando de seguridad pública, comúnmente se informa un gasto mayor en este rubro, un incremento del número de policías o de patrullas para la seguridad pública y eso no es lo relevante. Lo que se debe de medir es la disminución de asaltos a mano armada, de homicidios, de robos a casas habitación, etcétera.

Porque lo importante no es el esfuerzo por atender un problema o una necesidad sino su efectiva solución.

A la ciudadanía no sólo le interesa el gasto en educación, o la evaluación a los maestros, sino primordialmente, el aprendizaje y el desempeño académico de niñas, niños y jóvenes.

Si logramos que lo que se mida sean resultados, entonces tendremos una base para hablar con conocimiento e información del desempeño de los gobernantes. Los podremos comparar en series en el tiempo y, finalmente, podremos diferenciar logros efectivos que elevan la calidad de vida de las mayorías, de la grilla y la propaganda que envuelve la información política.

Presidente ejecutivo de Fundación Azteca.
@EMoctezumaB
emoctezuma@tvazteca.com.mx

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