Decenas de análisis y comentarios van y vienen sobre el debate que sostuvieron los candidatos a la Presidencia de la República.
Pero ¿cuál es el común denominador y la coincidencia entre todos los candidatos y el silencio del candidato del PRI, quien prudentemente prefirió no defender el punto?
La convicción expresada por todos de que para mejorar la educación pública es necesario replantear diversos componentes de la reforma educativa. Una reforma que le quedó chica al enorme reto de construir un sistema educativo sustentado por la calidad y la equidad.
Fue expresión común de los candidatos que la reforma educativa provocó un problema muy serio en el magisterio, que, además, afectó la educación. En los últimos exámenes de PISA (2015) y Planea (2017) se obtuvieron menores calificaciones que en los resultados de los exámenes previos.
Sin duda, lo primero que se tiene que hacer en el próximo gobierno es revalorar a las maestras y a los maestros de México; volverles a dar ese orgullo que tenían de ser quienes transmiten el conocimiento y coordinan el aprendizaje de las niñas, niños y jóvenes. Empoderarlos como lo que son: la columna vertebral del sistema educativo.
Todavía recuerdo las palabras de Emilio Chuayffet al anunciar que la consulta nacional educativa había descubierto un estado de depresión, “sentimiento” y enojo del magisterio.
Es muy lamentable que la reforma educativa haya provocado la mayor solicitud de prejubilación y jubilación magisterial de la historia. Expertos calculan que, en los últimos tres años, 150 mil maestras y maestros han dicho adiós a su trabajo por el injusto trato recibido.
Si esto no es argumento para entender el sentir magisterial, por el lado del ingreso, esa mencionada “sangre nueva” que vendría a aportar nuevos bríos y valores no ha surgido como originalmente se planeó.
La realidad es que cayó la matrícula en las Normales en un promedio del 23 por ciento a nivel nacional y en los estados del sur, en alrededor del 50 por ciento.
Para seguir documentando el daño a la figura del maestro, también se está mostrando un importante abandono de alrededor de un cuarto de los maestros de nuevo ingreso, antes de cumplir dos años de docencia.
Como sociedad, tenemos que darnos cuenta de que el maestro es una pieza clave que debemos fortalecer, entusiasmar, comprometer con y para la educación.
Es menester pedirle una disculpa a las maestras y maestros porque de facto se les tachó de ser los responsables de los bajos logros educativos, mientras que la autoridad educativa se hacía a un lado, como si no fuese responsabilidad de los gobiernos conducir la educación y hacer lo propio para formar, capacitar y profesionalizar a maestras y maestros.
La primera tarea del próximo gobierno en materia educativa es entusiasmar al magisterio, es empoderarlo como una profesión respetable y respetada; es darle la formación y herramientas para encabezar un esfuerzo nacional por una mejor educación y, sobre todo, convencer de que educar es un trabajo de toda la sociedad y no una feria de culpas.
Presidente ejecutivo de Fundación Azteca.
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