Siempre decía, que su abuela lo había inspirado para ser lo que era, un sacerdote de la Iglesia Católica comprometido en ayudar al prójimo .
Así es como recuerdan al padre José Miguel Machorro Alcalá – apuñalado el pasado 15 de mayo en el Altar del Perdón de la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México- en el panteón municipal de Coculco, en el municipio de Ajalpan, Puebla.
El pasado jueves, luego de una larga agonía, murió y de inmediato fue traslado a su pueblo natal, donde más de 300 personas le dieron el último adiós en medio de música entonada por un mariachi de la localidad.
“Estaba buscando cosas diferentes
”, relata su familiar cercano Miguel Machorro , quien recuerda que el padre había estudiado una maestría y cuando cursaba un doctorado en la Universidad Nacional Autónoma de México, el Señor lo llamó a sus filas.
"Fue cuando se dio cuenta que no era lo suyo y decidió otro camino”, afirma el joven que sigue sin sobrellevar no sólo el ataque que sufrió el padre Machorro cuando terminaba de oficiar una misa, sino su partida.
Asegura que siempre fue una buena persona y no merecía sufrir un ataque de esa naturaleza y, muchos menos, su muerte.
“Nunca me esperaba que le fuera a pasar algo a una persona que nunca le busco daño a nadie… el siempre bendecía y generó uno de los institutos de formación a laicos y siempre vio por las personas y no se merecía esto”, insiste.
Los arreglos florales y las sentidas despedidas se hicieron presentes en el panteón para decir adiós a uno de los hijos de la Iglesia, a cuyos familiares el cardenal Norberto Rivera Carrera expresó sus condolencias.