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Los empresarios y comerciantes de Acapulco se han impuesto una ecuación básica para sobrevivir: mientras más lejos estén de sus negocios baja el riesgo de una extorsión, un secuestro o un ataque.
Ahora muchos de los dueños siguen a sus empleados y clientes a través de cámaras, máquinas cobran por ellos y en sus puertas casi siempre hay un hombre que las vigila.
Mientras menos contacto tengan, mejor: por medio de su teléfono celular algunos dirigen desde sus casas sus negocios.
La violencia en Acapulco ha obligado a los empresarios a cambiar hábitos. Los que antes estaban en las cajas cobrando, supervisaban de cerca el servicio, encabezaban los inventarios, y en ocasiones atendían directamente a los clientes, ya no están. Ahora han delegado esas funciones a máquinas y a personal de confianza.
El empresario en Acapulco se mueve con cautela, cuida sus rutas, sus traslados, a quién le da información, qué datos pone en sus anuncios, porque cualquier detalle lo puede poner en manos de extorsionadores.
Alejandro Martínez Sidney, presidente de la Federación de Cámaras de Comercio del Estado de Guerrero y empresario de Acapulco, ha visto cómo la violencia y sus efectos han llevado al cierre a miles de comercios.
El panorama para el comercio en Acapulco no es alentador: en siete meses han cerrado mil 800 negocios y en el último año y medio 150 empresarios y comerciantes han sido asesinados, según cifras de la Federación de Cámaras de Comercio del Estado de Guerrero.
Para revertir un ataque o una extorsión, los empresarios en Acapulco buscan protegerse, prevenir, pero hacerlo cuesta.
Martínez Sidney dice que en seguridad y sistemas de videovigilancia y administrativos, anualmente el sector empresarial invierte hasta 850 millones de pesos, un 40% de sus utilidades de cada negocio, calcula el empresario, quien reconoce que ni con eso se salvan de la extorsión.
“El detalles es que ahora llega un grupo, te extorsiona y después viene el contrario y también te extorsiona. El primer grupo no te garantiza que te va a dar protección del otro. Ellos te dicen: yo te protejo de lo mío, de lo otro no sé, y es cuando muchos empresarios deciden cerrar el negocio e irse, porque ya no les van a poder pagar a todos”, explica Martínez Sidney.
Acudir a las autoridades puede significar que el extorsionador regrese. “Si vas a una fiscalía, se corre riesgo: está la experiencia de que esas instituciones están infiltradas y hay fuga de información que puede tener repercusión en tu integridad”.