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Eduardo Catalino Dircio antes de abrir la puerta de su casa se tiró al piso. Boca bajo se identificó como el dueño y les dijo que estaba con su familia: su esposa, su hija de 11 años y un sobrino de 12. Los policías estatales lo ignoraron y así acostado le soltaron un tiro en la espalda y lo dejaron agonizar hasta la muerte.

Para justificar la muerte de Eduardo, los agentes le pusieron un cuerno de chivo en las piernas y después, a través de un comunicado, el gobierno de Guerrero indicó que el hombre abatido era un sicario.

El reporte oficial omitió decir que Eduardo había llegado una hora antes de su muerte a su casa, que era el secretario del Colegio de Abogados de Tixtla y que fue el representante de Morena en el Distrito 24 del proceso electoral anterior.

La tarde de este domingo en el número 62 de la avenida Insurgentes en el municipio de Tixtla, se vivió el infierno. En la calle Alejandro Sánchez hombres armados y policías estatales se enfrentaban a tiros. Los balazos hicieron que los vecinos de la zona se ocultaran donde pudieron.

La balacera ya llevaba varios minutos, más de 40 dicen unos, cuando los hombres armados comenzaron huir: brincaron bardas y patios hasta verse fuera del alcance de los agentes. Uno de ellos se escondió en la casa de Eduardo Catalino. Hasta allí llegaron decenas de policías en su búsqueda.

La balacera en las calles paró por un rato. Sin embargo, dentro del domicilio de Catalino los policías tiraban al aire y uno de ellos ordenó que le dispararan al armado. Pero éste ya no se encontraba en la casa, había huido.

Encerrados hasta el fondo de la casa, Eduardo y su familia escucharon los pasos de los policías que subían la escalera metálica. “Ahí debe estar el hijo de su puta madre. Abre la puerta sino la vamos a balear”, gritaron los agentes, según recuerda Hilda Vázquez Cipriano, esposa de Eduardo.

“Yo le dije a mi esposo no la abras. Pero él dijo voy abrir porque si no van a balear a toda mi familia”. Y así lo hizo: “Yo soy el casero, está aquí mi familia, no disparen por favor, voy abrir la puerta”, les dijo y se tiró al piso boca abajo.

“Mi esposo estaba boca abajo pidiendo piedad, pero el policía le disparó a sangre fría, yo lo vi como le disparó boca bajo mientras él pedía piedad”, explicó Hilda.

Eduardo estaba con vida, movía la mano, pedía ayuda. “Me apuntaron y me dijeron que no me moviera porque también me dispararían”.

Después, Hilda suplicó a los agentes que llamaran una ambulancia, también se lo negaron. “Cuando llegó Protección Civil fue cuando yo pude correr a abrazar a mi esposo, pero ya estaba muerto”.

Uno de los agentes le pidió a Hilda que bajara a ver a su suegra, porque Eduardo pedía hablar con ella. Así lo hizo. Bajó lo más rápido que pudo y regresó con su esposo, quien tenía en las piernas un cuerno de chivo, mientras unos agentes lo fotografiaban.

“A un policía le pregunté por qué habían hecho eso y me contestó que porque tenían que dar un reporte”, afirmó Hilda.

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