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"Quiero justicia”, dice la mujer, con la voz quebrada, mientras recuerda que su “chaparrito”, de 10 años, era un niño alegre, bailador y amiguero, según describe.
Denisse Davis González perdió a su hijo Aldair el pasado 8 de junio, cuando un grupo armado atacó el vehículo en el que viajaba con su tío, en el fraccionamiento Monte Real, en San José del Cabo. Desde entonces se pregunta “¿por qué?” y exige justicia.
Platica que aquel día el niño había regresado de la escuela. Estaba en casa de su padre, cuando su tío, quien es mecánico, recibió una llamada; se subieron a la camioneta y salieron de casa, al parecer irían a auxiliar a alguien con la corriente del carro.
No supo más. Aldair regresó al día siguiente en un pequeño ataúd, rodeado de sus familiares que lo velaron y recordaron sus gestos, sus anécdotas, sus ocurrencias.
El pequeño vivía algunos días con su padre porque Denisse está separada de él. Ahora “su papá va todos los días al panteón. Está devastado igual que yo. No lo aceptamos”, expresa.
Denisse hoy sólo tiene una petición al “cielo” y a las autoridades: conocer qué fue lo que pasó y que se castigue a los responsables.
“Se manejan tantas cosas, que si los confundieron o que si quedaron en un fuego cruzado, no se sabe”, comenta.
Aunque cada día se dice que debe salir adelante por sus dos pequeños, platica que no es sencillo aceptar la realidad, hacerse a la idea de que ya no verá juguetear a su chaparrito.
Y aunque toma medicinas para la presión y para poder dormir, el recuerdo de Aldair está ahí, a cada hora.
Como la vida de muchas mujeres en Los Cabos, la de Denisse tiene capítulos difíciles. Llegó a San José del Cabo en 2001 y no le ha sido fácil lograr una estabilidad económica.
Ha enfrentado el desempleo, separación y golpes; pero éste sin duda es el más duro, comenta y lo enfrenta apenas apoyada por su familia, porque nadie más se ha acercado.
“Estamos solos, pero eso sí, cuando son campañas, ahí andan. Luego nos abandonan”, reclama.
La mujer asegura que no ha recibido atención sicológica ni alguna otra, que no hay avances de la investigación en el caso de su hijo y su reclamo insistente es sólo uno: “Que mi hijo no sea uno más, que no se quede en uno más”.
En su muro de Facebook comparte en imágenes borrosas su historia con Aldair y se desahoga.
Así muchos sudcalifornianos han conocido el rostro inocente del pequeño, uno de los seis niños asesinados a balazos en menos de dos años (de septiembre de 2015 a la fecha).
Menores víctimas. El primer caso de un menor alcanzado por las balas en el escenario de violencia, producto de pugnas entre grupos de la delincuencia organizada en esta entidad, fue el 5 de noviembre de 2014, en la colonia Guerrero. El pequeño Isaac, de siete años, jugaba cuando quedó en medio de una balacera que se suscitó a escasos metros del cuartel militar. Luego de las curaciones de su glúteo (por donde ingresó la bala) salió del hospital. El hecho escandalizó a la población de esta otrora ciudad tranquila.
Pero no sería el único lesionado, pues en tres años suman nueve niños que han sido alcanzados por las balas.
Luego vinieron los asesinatos. En menos de dos años seis niños han fallecido por la irrupción de sujetos armados a los domicilios o agresiones directas en automóviles cuando viajan con sus familiares.