El penal femenil Centro de Reinserción Social (Cereso) de esta ciudad logró aumentar de 7.5 de calificación a 8.12 en el reciente diagnóstico que realizó la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) sobre centros penitenciarios, lo cual lo colocó como el mejor del estado.

El Cereso tiene espacio suficiente para 75 internas y actualmente están recluidas 14 mujeres sentenciadas por homicidio, robo y delitos contra la salud. Las reclusas cuentan con dormitorios propios y realizan diversas actividades recreativas, desde el urdido de hamacas, hasta la elaboración de artesanías, situación que les permite estar ocupadas y ser productivas, indicó la directora del lugar, Anastasia Castillo Tiburcio.

“Procuramos que su encierro sea con dignidad, que tengan espacios adecuados, comida nutritiva y que puedan aprender algún oficio para que cuando salgan”. Agregó que ya no son los tiempos en que las cárceles eran auténticos espacios de sufrimiento.

El sitio se observa limpio y espacioso y el área de cocina cuenta con una zona de atención nutriológica para las internas que necesitan dietas especiales. “Es maravilloso estar aquí y convivir con ellas y escucharlas”, explicó la titular de la prisión. Aclaró que en el lugar hay confianza y apoyo mutuo, pero también reglas y disciplina. “Ellas saben que se les escucha y apoya, pero también hay normas que deben cumplirse”.

Los rostros del penal. Una de esas 14 mujeres que purgan condenas es Celia García Reyes, de 30 años, originaria de Ciudad del Carmen, Campeche, quien purga una condena de 20 años, de los cuales ya lleva cuatro.

Celia fue detenida por asesinar a su ex pareja de 5 puñaladas. “No me acuerdo de todo. Sólo que agarré un cuchillo para defenderme. Él me golpeaba y me mantenía encerrada, no quería que me siguiera tratando mal”, comentó a EL UNIVERSAL Otra de las mujeres es Claudia González Ciau, de 48 años, detenida por robo a casa habitación y condenada a 8 años de prisión y que saldrá libre en junio de 2018.

También en está Fátima Háu Amaya, condenada a 5 años de prisión por delitos contra la salud. Ella trabaja en el urdido de hamacas que comercializa a través de familiares. Todas ellas reconocen que el lugar es “mucho mejor que el otro”, el antiguo penal donde ahora solamente se encuentran mujeres que no han sido sentenciadas, las que todavía están en proceso.

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