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El maestro rural Jaime Bruno Arriaga, indígena Me Phaa, lleva más de 9 años trabajando en la comunidad indígena de San Miguel Amoltepec el Viejo, perteneciente a Cochoapa el Grande, uno de los municipios más pobre de México, según la Coneval; da clases a más de 30 niños na savi en un aula construida por los padres de familia con paredes de madera, techo de lámina y suelo de tierra.
“Nosotros damos clase en un aula de madera que fue levantada por los propios padres de familia. A esto no podríamos decir que es una escuela o un salón óptimo para dar clases, nos hacen falta muchos materiales, es una escuela de madera con suelo de tierra, los alumnos se sientan en butacas viejas que conseguimos”, indica.
Las comunidades indígenas del municipio de Cochoapa el Grande y Metlatonoc, dice, son la prueba visibles de las fuertes carencias y el poco avance en temas educativos, sumando las condiciones sociales y marginales en las que viven estos niños y sus padres.
Jaime Bruno dice que en muchas de las ocasiones los libros de texto no llegan completos a las escuelas indígenas, lo que demuestra la discriminación de la cual continúan siendo objeto los niños y niñas indígenas de Guerrero, así como la falta de profesores en cientos de planteles educativos de nivel preescolar y primaria; según datos de los encargados de la zona escolar indígena, existe una necesidad de más de 500 profesores.
“A todos los problemas y carencias en el tema educativo le sumamos que estamos en uno de los municipios más pobres, y para hablar de una educación de calidad tendríamos que hablar de la pobreza que existe o del problema social que existe, desde la alimentación, la falta de empleo de los padres para darles una vida digna a sus hijos, esto es lo que no quieren mostrar las autoridades”, destaca.
Asegura que la educación indígena continúa de la misma manera que hace 20 años y que no ha podido avanzar porque las autoridades no han podido erradicar los problemas de marginación y pobreza en las zonas indígenas de la región Montaña de Guerrero.
Sin embargo y a pesar de las carencias, el maestro Jaime asegura que los profesores rurales con el apoyo de los padres de familia hacen hasta lo imposible porque los niños y niñas continúen recibiendo educación.
“Como maestros rurales no nos espanta este contexto, nosotros somos de pueblos, hablamos la lengua, así crecimos y así vivimos, por lo tanto creemos que esta gente es nuestra gente, son nuestros hermanos y ofrecemos todo lo que está de nuestra parte, porque no existe otra forma más para salir adelante que con la educación. Tenemos que formar a mejores niños más educados para tener mejores sociedades”, afirma.
El maestro Jaime recibe 3200 pesos a la quincena de salario. Tiene la clave 77 que es la más baja en el escalafón, la misma que tienen todos los profesores de la Montaña de Guerrero.
SE ACABARON LOS RECURSOS
Hace mas de tres años la tormenta tropical Ingrid y el Huracán Manuel provocaron un alud de tierra que sepultó las aulas de la escuela multigrado de la primaria Sor Juana Inés de la Cruz. La empresa constructora contratada por e gobierno del estado para la reparación de los daños incumplió con la obra en la comunidad, y en otras cuatro más en distintas comunidades.
A mediados de 2015, la empresa Pacse S.A. de C.V. abandonó los trabajos de la comunidad.
Desde entonces han tenido que tomar clases en lugares improvisados por sus padres y sus maestros utilizando madera y láminas.
De hecho son dos salones de madera, de 30 cada uno; el otro profesor es Silvano Guzmán, de 30 años de edad, 4 de ellos en esta comunidad.
Celso Santiago, habitante de la comunidad, explicó que el pueblo ha tratado por todos los medios de gestionar con las autoridades estatales y federales la terminación de la escuela primaria, pero sólo les han informado que el proceso de reconstrucción concluyó y el dinero del Fonden se terminó.
Durante estos tres años, los profesores han tenido que dar clases en las aulas construidas por los padres de familia, las cuales tienen que ser reparadas cada temporada de lluvias por la filtración de agua que provoca pérdidas en materiales escolares, humedad, y que el suelo se ponga lodoso.
“Regularmente cuando empieza la temporada de lluvias es cuando tenemos los mayores problemas, al ser un aula de madera y techo de lamina que ya fue utilizada pues tenemos mucha filtración de agua por arriba y por abajo, el material didáctico que nosotros mismos compramos se hecha a perder, el piso se pone lodoso y lo peor es las malas condiciones en la que los niños toman clases, eso no es educación de calidad”, explicó el profesor Jaime Bruno.