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estados@eluniversal.com.mx
Diulka tiene 4 años y habla francés, portugués y español. Desde el 14 de febrero, ingresó a preescolar en la zona centro en Tijuana. Se trata de la primera niña haitiana que se integra a la escuela en Baja California.
La familia de Diulka viene de Brasil, pero son originarios de Haití. Llegaron a Tijuana hace dos meses, como parte del éxodo que ha traído a miles de migrantes de la isla que buscaban entrar a Estados Unidos con una visa humanitaria. El cambió de las políticas migratorias de Donald Trump, los obligó a modificar los planes.
Los padres de Diulka han decidido quedarse en Tijuana, regularizar su estatus migratorio y amoldar su vida al entorno de esta ciudad fronteriza.
La decisión de la familia de Diulka no es un caso aislado. De acuerdo con el alcalde de Tijuana, Juan Manuel Gastélum, los haitianos que se quedaron varados en la ciudad han comenzado a integrarse a la dinámica económica de la frontera, principalmente al sector de la construcción, al gastronómico y a la maquila.
En entrevista con EL UNIVERSAL, el edil reconoce que el éxodo haitiano ha significado un problema grave para el municipio, porque los albergues existentes están saturados y el ayuntamiento no cuenta con recursos propios para atender la problemática. Situación que se suma a los 90 deportados diarios que ingresan a la ciudad y a los cientos de personas que buscan ingresar a Estados Unidos.
La decisión, dice, fue tomada desde el gobierno federal.
“Nos los aventaron, ¿por qué no les permitiste pasar por Tamaulipas o por Ciudad Juárez? Porque es muy peligroso, entonces se van hasta Tijuana, por la ruta del pacífico. Llegaron hasta 200 por día. Toda esa gente que ya no pudo entrar se quedó varada. Al gobierno federal le ha hecho falta ayudar más”, expresa con seguridad el edil.
Aunque la ola migratoria ha disminuido su intensidad, de acuerdo con el Instituto Nacional de Migración (INM) actualmente 2 mil 400 migrantes procedentes de Haití se encuentran estacionados en Tijuana. Esta cifra representa una tercera parte de los más de 7 mil que han llegado al estado desde mayo de 2016.
“Pordioseros no queremos”. Dice que lo único que puede hacer el gobierno municipal en la situación de los haitianos es tomar un rol de “facilitador”, para que puedan involucrarse en la “rueda económica”, ayudándolos a conseguir permisos de trabajo y seguridad social, mediante su afiliación al Seguro Popular o el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS).
Cuando se le pregunta al alcalde si la ciudad tiene la capacidad para incluir a los 2 mil 400 migrantes y ofrecerles trabajo, vivienda y servicios básicos, su respuesta es tajante: “Sí la tiene, pero necesitan irse a trabajar, pordiosero no queremos, con todo respeto; mal vivientes molestando a ciudadanos de bien, eso no queremos. Pero sí hay capacidad para recibirlos”.
Para incorporarse a la “rueda económica” de la que habla el alcalde, los haitianos primero deben regularizar su situación migratoria, eso les permitirá conseguir un permiso de trabajo y con ello podrán quedarse en Tijuana. De acuerdo con el INM, al 20 de marzo, 502 haitianos habían conseguido permisos de trabajo en los municipios de Tijuana y Mexicali, y 346 estaban en proceso de conseguirlo.
Según el edil, 200 de esos 502 migrantes que ya pueden laborar legalmente se encuentran en Tijuana.
Refugio entre alacranes. Aunque cada uno de los 2 mil 400 haitianos varados en esta ciudad fronteriza consiguieran empleo, la vivienda es otro de los retos que afrontarán las autoridades municipales. La Pequeña Haití es un ejemplo de ello.
Asentada en un terreno irregular, la primera colonia haitiana es iniciativa de una iglesia evangélica que construye 100 viviendas en un paraje cuyo nombre no es alentador: Cañón del Alacrán. Es una zona en la que no hay agua potable ni drenaje, a pesar que lleva poblada desde hace 25 años.
Sobre ese primer asentamiento el alcalde dice que se le notificó al impulsor, el pastor Gustavo Banda, que la colonia está en una zona de riesgo, de acuerdo a Protección Civil, por lo que deben detenerse las obras.
“Le advertí al pastor que incitar a que la gente ocupe espacios de manera irregular es materia de una denuncia penal, que no lo siguiera haciendo”, explica el alcalde. Ahora los haitianos tendrán que seguir buscando dónde erigir su refugio.