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La única arma que portaba Luis Gustavo eran sus útiles, su uniforme escolar y su mochila, aseguran los familiares del adolescente de 18 años que murió con tres disparos en el cuerpo, y que aseguran, fue a manos de elementos de policías estatales que ingresaron la tarde de este miércoles a la comunidad de Arantepacua, municipio de Nahuatzen, Michoacán.
Luis Gustavo Hernández Cuenete es uno de los tres pobladores que aseguran murieron a tiros durante un enfrentamiento entre comuneros y elementos de la Policía Michoacán.
Durante un recorrido por esta comunidad ubicada en la entrada de la Meseta Purhépecha, EL UNIVERSAL corroboró que tres civiles habían muerto; todos por dispararon de arma de fuego en diferentes partes del cuerpo; dos de ellos con tiros en la cabeza.
Pese a las diferentes versiones hasta el momento no se ha determinado de dónde salieron las balas que le dieron muerte a los tres civiles. Eso lo determinarán las autoridades durante las investigaciones.
De estos decesos, el gobierno estatal no ha oficializado dos, ya que los familiares de las víctimas los levantaron del lugar donde yacían sus cuerpos sin vida, los velaron y sepultarán este jueves, sin permitir que la Procuraduría de Justicia interviniera, aunque dicen, sí denunciarán.
Entre las víctimas está el estudiante del Colegio de Bachilleres que presentaba un disparo en un costado del cuerpo, otro más cerca de la cadera y, dos más en la frente.
Luis, además de ser un estudiante ejemplar -como los describen sus familiares y compañeros de escuela-, también era catequista de la iglesia de Nahuatzen y uno de los acérrimos activistas de profesar el evangelio.
Su único “delito”, fue tomar la decisión de irse a cortar el cabello a la cabecera municipal de Nahuatzen, ubicada a dos kilómetros de su casa, y pasar por donde elementos de la Policía Michoacán se encontraban parapetados.
Al lado del féretro, Teresa Parado Estrada, tía del estudiante de cuarto semestre del Cobaem, asegura que su sobrino era un muchacho tranquilo, que no fumaba, ni bebía alcohol y que su pasatiempo era practicar el basquetbol.
“Su única arma de este joven, de Luis Gustavo Hernández Cuenete, eran sus útiles escolares, no contaba con nada más y por eso se aprovecharon y lo agredieron de tal forma brutal y espero se pongan en nuestros zapatos, el dolor que estamos sintiendo nosotros; que el gobierno haga conciencia y que Dios lo perdone”, reitera doña Teresa.
Foto: Ubaldo Garibay Benitez
Francisco Hernández Cuenete, tío de Luis, señala que antes de recibir los disparos, los elementos policiales lo golpearon, los patearon y ya luego le dieron de balazos. “Ahorita estamos checando y sí tiene dos impactos de bala en la cabeza”, enfatizó.
“Decirle a las autoridades que es una chingadera que hizo al mandar ese tipo de gente, ahora sí, drogadictos, los que mataron en esta comunidad y mató a un inocente que no tenía nada que ver; era apenas un joven que estaba creciendo y no tenía nada que ver con el conflicto”, asevera.
La noche es larga, fría y llena de luto para los habitantes de Arantepacua que, aún caminan entre el cementerio de casquillos percutidos de diferentes calibres en que se convirtieron las calles; también se aprecian los vehículos destrozados por los impactos de bala y otros más por piedras gigantes.
El clima de cerca de cinco grados centígrados, atestigua también los rezos constantes de los velorios, entre ellos el de Juan Carlos Jiménez Crisóstomo, quien murió mientras recibía atención médica en un hospital de la ciudad de Uruapan, a donde fue trasladado por sus familiares.
Juan Carlos, era un joven de 27 años de edad y enfermero de profesión en la clínica de Nahuatzen, que recibió varios disparos de proyectil de arma de fuego y que es, hasta este momento, el único poblador del que la PGJE tiene registro, al morir en un hospital donde dieron fe las autoridades.
La dirección de dos balas de grueso calibre, alcanzaron también el abdomen y una parte del cerebro de Francisco Jiménez Alejandre, de 65 años de edad a quien le sobrevive su hija de 27 años de edad y su esposa.
Al pie del ataúd, flanqueado de cuatro cirios, la esposa de don Francisco, asegura que si bien iba entre la movilización de los comuneros con los que se enfrentó a tiros el operativo policial, su marido no iba armado, pues apenas podía caminar.
“Mi esposo no era delincuente, era carpintero, miren ustedes como vivimos. No es narcotraficante, no es nada, por qué me le quitaron la vida”, se pregunta inconsolable la mujer de cabeza blanqueada por las canas.
Foto: Ubaldo Garibay Benitez
De esta manera se vivió la noche de ayer y madrugada de este jueves en esta comunidad de la Meseta Purhépecha que hasta este momento ha sumado tres habitantes muertos, uno más lesionado y siete policías heridos, todos alcanzados por proyectiles de arma de fuego.
A decir de los pobladores, fueron cerca de cuatro horas las que se prolongó el encontronazo entre habitantes y policías, mientras que para las autoridades, cerca de 30 minutos.