“Señor, pequé, ten misericordia de mí; Señor, pecamos y nos pesa, ten misericordia de nosotros”, es la oración que se repite en cada una de las 14 estaciones que se recorren dentro del penal de San José El Alto como parte del Viacrucis en el que participan por su buen comportamiento algunos de los reos que cumplen sus condenas.

Secuencia de escenas bíblicas que se repiten tres días seguidos en su versión final, luego de un par de meses de comprometidos ensayos para tener como resultado una puesta en escena con gran carga emocional y entrega total de cada uno de los intérpretes.

Sin embargo, ayer, Viernes Santo, fue el único día que Jesucristo haría el recorrido de las 14 estaciones en su camino al Calvario, alrededor de la cancha de baloncestro al centro del área común del centro penitenciario, que culminaría con el sepulcro de Jesús dentro de la capilla para los internos donde se auspició el Lavatorio de pies, un día antes, el Jueves Santo, con la presencia del obispo Faustino Armendáriz.

El sonido local anuncia la tercera llamada. Pasan las 10 de la mañana. El escenario está al fondo de la explanada y frente a él decenas de internos que ganaron por su buen comportamiento el derecho de presenciar la pasión de Cristo. Jesucristo y sus 12 apóstoles aparecen y se ubican al centro del escenario. El Mesías sobresale con una túnica blanca y recrea la última cena, momento en el que predice su entrega por uno de sus discípulos y reparte el pan que simboliza su cuerpo y el vino.

Atención inmediata. Además de los reclusos, están algunas autoridades del penal, así como los custodios, que no pierden detalle de la escenificación de las escenas bíblicas, todas personificadas con gran entrega por cada uno de los participantes.

Escenas como la venta de Jesús por parte de Judas a los sacerdotes Caifás y Anás por 30 monedas de plata, la noche intranquila de Jesucristo en el huerto de Getzemaní y su aprehensión, las visitas a Poncio Pilatos y el rey Herodes, su juicio y entrega al pueblo para su crucifixión, envuelven y crean una atmósfera de solemnidad.

La muerte de Cristo se toma con seriedad adentro del centro de readaptación. El recinto religioso del penal registró un momento de alta carga emocional, de enorme tristeza, durante la adoración de la santa cruz.

Entre cánticos cada uno de los presentes pasó al centro del altar a besar la figura del Cristo crucificado. Sensación de arrepentimiento inunda el ambiente que se mezcla con los acordes de dos guitarras y sonoros cantos de alabanza con los que se refuerza el impacto que pone a prueba toda sensibilidad. “Esta sensación no se siente en ningún otro lado”, expresa el director del penal, Gustavo Acosta.

Para terminar, se pide a los reclusos, con túnica o con la vestimenta de mezclilla y camisa blanca que por ley deben utilizar para cumplir su condena, que levanten la cruz que minutos antes había sido parte del Viacrucis para pasearla varias veces por encima de todos los ahí presentes.

Símbolo de reflexión, de arrepentimiento, esa cruz que pasean al interior de la capilla por encima de sus cabezas tiene un peso distinto para cada uno de los internos, cada uno sabe lo que trae a cuestas, y dentro de su encierro encuentran la redención espiritual aunque falten años para obtener su libertad.

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