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Al cruzar el portón principal del penal se ven las primeras rejas. Hombres de mirada dura recargados en los barrotes observan en silencio el contingente de reporteros y fotógrafos. Ni una palabra.

Metros adelante, maquinaria pesada termina de derrumbar los cuartuchos construidos con madera y láminas de cartón. Es un área de aproximadamente 35 metros de largo por cuatro de ancho. Es la zona donde el vocero de Seguridad, Luis Alberto Rodríguez, dijo que se ejercía el “autogobierno” y por donde la noche del miércoles escaparon 29 reos.

La mañana de este viernes las autoridades estatales permitieron a los reporteros ingresar al Centro de Ejecución y Sanciones (Cedes) de Ciudad Victoria. Hubo un recorrido custodiados por elementos de Fuerza Tamaulipas y la presencia de perros policías, hasta el lugar exacto donde ocurrió la fuga.

Antes de ingresar, los periodistas fueron abordados por decenas de personas amontonadas en la entrada principal. Era los familiares de los internos quienes una y otra vez gritaban: “¡Queremos entrar!”.

Explican que a sus familiares no les han dado comida y tampoco les permiten el ingreso para verlos.

“Nos aseguraron que podríamos entrar y aún no quieren permitirnos el ingreso”, se quejó una familiar de un recluso.

La avenida General Luis Caballero, que permaneció cerrada por más de 24 horas, desde la mañana se abrió a la circulación vial.

En las instalaciones del DIF Tamaulipas, cercanas al penal, las actividades transcurren con normalidad, pero, en la primaria Antonio Álvarez Berrones continúan suspendidas las clases como medida de precaución por los disturbios que ocurrieron durante y después de la fuga.

Cuando se abren las puertas del Cedes para que ingrese la prensa, los familiares de los internos exigen entrar también y ante la negativa lanzan sugerencias y peticiones a los reporteros: “¡Graben bien!”, “no los engañen”, se escucha.

En el estacionamiento de la cárcel hay decenas de policías estatales, federales y elementos de la Secretaría de la Defensa Nacional.

Desolación. Entre los escombros todavía quedan rastros de los talleres artesanales y una tiendita. Uno de esos cuartos era la entrada al túnel que medía cinco metros de profundidad y 40 metros de largo.

Aún se puede observar la tierra que sacaron de la excavación y, que luego fue colocada en maceteras. Sobresale una enorme pila de botes.

Permea el olor a quemado. Es la huella que dejó el alboroto con balazos y cobijas incendiadas del jueves. Cinco casquillos se localizan en el piso.

El recorrido continúa por el interior de la cárcel que cuenta con cuatro módulos, tres de ellos varonil y uno femenil, con un total de mil 150 internos, que representa una sobrepoblación de 180.

Por las ventanas en lo alto del viejo edificio se asoman internos. Son mudos testigos. Reina el silencio. Tampoco hay funcionarios a quienes se pueda hacer preguntas.

Predominan los montones de basura, escombros y objetos rotos; luego más pasillos entre muros y otro módulo: el femenil.

En este edificio de paredes pintadas de azul intenso varias mujeres se arman de valor y sueltan gritos: “No nos han dado de comer”, “necesitamos que nos den de comer y permitan la visita”, expresan.

Algunas extienden las manos y claman por una moneda. Hay rostros llenos de desesperación.

Después de pasar por unas canchas de futbol y baloncesto se observa un templo evangélico y luego un altar a la Santa Muerte.

Zona roja. Las preguntas quedan al aire: “¿Cuándo se construyó esta miniciudad dentro del reclusorio?”, “¿quiénes gobernaban?”.

La zona donde el vocero de Seguridad Pública de Tamaulipas consideró que se ejercía el “autogobierno” eran cuartuchos supuestamente utilizados como talleres artesanales. En varios se observan tachones de futbol, artículos religiosos, botellas con resistol blanco, hay un camioncito de juguete y fotografías.

Por el taller 45 se ingresa al túnel. Es evidente que esa construcción llevó tiempo.

Dos reos recargados en la reja del módulo 2 reflejan que la población de internos tiene una respuesta en común: “Nada sabemos de una construcción de un túnel. Nunca escuchamos nada”, responden una y otra vez agitando las manos. Por la noche, los internos le prendieron fuego a los escombros que quedaban de los cuartuchos. El gobernador de Tamaulipas, Francisco García Cabeza de Vaca, anunció que en los siguientes días serán puestas en marcha nuevas acciones en el combate a la inseguridad, trabajo en el que se reforzarán las acciones encaminadas a imponer orden en las cárceles de Tamaulipas.

Pidió paciencia. “Tamaulipas está colapsado y con vicios muy arraigados desde hace 18 años, pero se trabajará a tambor batiente para regresar al estado las condiciones necesarias para su bienestar y desarrollo económico”, declaró.

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