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Zaina cumplirá en marzo nueve años. Es delgada, tiene el pelo rubio y largo y es amable y receptiva. Toda su vida ha vivido en un camión, de hecho, vive viajando. “Nací en Ecuador, pero ya no recuerdo cuándo estuve ahí. No sé cómo es vivir en un lugar abierto. Aunque no estamos viajando todo el tiempo, sino que hacemos paradas e intentamos conocer lo más que podemos de los lugares”.
Matu y Shanti salieron en noviembre de 2005 de la provincia de Chubut, en la Patagonia de Argentina. Iniciaron su viaje a bordo de El Bicho, un viejo camión que solía transportar pasajeros y que adaptaron como casa rodante.
Les llevó 11 años cruzar Latinoamérica hasta llegar a México. En la selva de Ecuador nació Zaina, en 2008, y en Quintana Roo adoptaron a Marta, una perra callejera que ahora los acompaña en su travesía rumbo a Alaska. Sobreviven con el apoyo de la gente, la venta de playeras alusivas a su aventura y un libro con narraciones y fotos de su paso por Sudamérica.
Zaina prácticamente no ha pisado una escuela. No conoce a los amigos del colegio, ni el recreo ni el bullying. No sabe nada relacionado con uniformes, tareas, maestros o juegos. Su única experiencia en la escuela fue su estancia de mes y medio en su paso por Chiapas.
Ella habla claro. Se expresa como una persona adulta, no vacila, sus respuestas están bien construidas. Expone sin titubeos su visión del mundo y de la vida, aprendida de sus padres.
Es mediodía. Sus papás aceptan que EL UNIVERSAL platique con ella en su camión, donde se percibe un ambiente de hogar. Las cosas están en orden y son las necesarias para las labores domésticas. La mesa es comedor y también lugar de estudio. No hay computadora.
—¿Qué has conocido?¿Qué te ha gustado?
¿A qué se refiere? Hemos visto de todo, las playas. Las montañas son padres. Me gusta todo.
—¿Qué se siente vivir en un autobús?
Bueno, tienes un espacio muy pequeño y entonces me las tengo que arreglar metiendo todas mis cosas en un cajón.
—¿Extrañas la escuela, amigos?
Mi mamá me da clases. Estuve mes y medio en San Cristóbal de las Casas en una escuela. Fue una experiencia buena. ¿Amigos? A veces hay que dejar algo para tener algo mejor, entonces es un poco triste, pero los tengo que dejar.
—¿Qué extrañas?
Bueno, he tenido otra educación. Extrañar sí, pero no es como para deprimirse.
—¿Has pensado qué te gustaría ser de grande?
Bueno, tengo más de ocho años, hay tiempo para eso. ¿De qué me serviría ya ir pensando en el futuro? Si hoy digo ‘quiero ser veterinaria’, no sabes qué pasará en el futuro. ¿Tú sabes qué pasará mañana? Bueno, es lo mismo para mí.
Larga travesía
El Bicho llegó recientemente a la ciudad de Oaxaca. Se estacionó en el lado sur del parque El Llano, desde donde se traslada la familia a los lugares que desea conocer, algunas veces en las bicicletas que cargan afuera del vehículo. Recibe n también múltiples visitas, de extranjeros como de personas locales.
Hace unas semanas llegó vía aérea Sulma, la madre de Shanti. La recogieron en Puerto Escondido, regresaron por el Istmo de Tehuantepec y de ahí a la capital del estado. En ese lapso la señora Sulma aplicó evaluaciones a su nieta Zaina acerca de su aprendizaje; una vez que el autobús siga hacia Puebla, Sulma tomará un avión de regreso a la Argentina.
Matu fue taxista y fotoperiodista de la sección policiaca en el diario El Chubut de la provincia del mismo nombre ubicada en la Patagonia, en el Polo Sur. Pero fue Shanti quien tuvo la iniciativa de convertir un viejo autobús en casa rodante, así conoció a Matu, con quien unió su vida.
Tienen innumerables anécdotas, como quedarse varados en algún desierto por 15 días.
“No faltan los problemas con la señora (Shanti) y a veces hay que resolverlo todo adentro; pero eso sucede en todas las parejas. Nos han pasado muchas cosas buenas y creo que en el viajar está todo, a todos nos gustaría conocer lugares distintos alguna vez en nuestra vida, y para nosotros esa es la vida”, relata Matu, de barba y pelo largo, ojos claros y 1.70 de altura.
“Locuras de Trump”
Cuentan con un teléfono celular sencillo, con el que tienen comunicación, la necesaria, con la familia. El camión está adaptado para todo: cocina, sanitario-ducha, dormitorios, refrigerador y una pequeña sala; cargan un tanque de agua de 500 litros que recuperan con las lluvias.
“No tenemos televisión, entonces no nos enteramos de todas las locuras y barbaridades que ha dicho el señor Trump. Es una pena todo lo que pasa, es como volver la historia atrás”.
“Con la subida de Obama, el primer presidente negro, uno creía que las cosas iban cambiando y que la mentalidad del mundo iba cambiando, pero parece que no es tan rápido; ahora otra vez subió una persona como Donald Trump, tan cuestionado con ideas tan antiguas... es una pena, pero, bueno, la evolución del ser humano es lenta y va aprendiendo de los errores”, dice Matu sobre el presidente norteamericano.
Nuestra jaula
En el libro que editaron con apoyo de unos amigos describen el propósito de su viaje:
“Muchas veces nos hemos dicho ‘cuando tenga dinero voy a hacer un viaje increíble’, o ‘cuando esté jubilado saldré a conocer el mundo’. La verdad es que siempre estamos justificando las cosas para no cumplir nuestros sueños; poco a poco perdemos las energías y cada vez se nos hace más difícil lograrlos.
“Sin darnos cuenta construimos nuestra propia jaula, barrote a barrote, con todo lo que nos rodea y quedamos atrapados”, explica Matu.
Actualmente han visitado 15 países y por ahora no les preocupa cómo serán recibidos en los Estados Unidos y su nueva política migratoria impulsada por su nuevo gobierno. Les faltan varios años y miles de kilómetros más para alcanzar Alaska.