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“Han sido 10 años muy difíciles. Hemos sorteados amenazas, cárcel y hostigamientos, pero también hemos visibilizado el fenómeno migratorio e incidido en políticas a favor de los derechos humanos”, rememora el fundador del albergue Hermanos en el Camino, Alejandro Solalinde, al celebrar el décimo aniversario de este centro para migrantes.
Durante la primera noche que el albergue abrió sus puertas, a unos 500 metros al norte del patio de maniobras del tren conocido como La Bestia, unos 400 migrantes centroamericanos durmieron sobre cartones.
El techo que compartieron fue el cielo estrellado.
A 10 años de distancia, en el albergue que costó 350 mil pesos y que fue construido sobre una hectárea y media, migrantes procedentes de Guatemala, Honduras y El Salvador, principalmente, ahora tienen una capilla, dormitorios, comedor, cocina, panadería, biblioteca, enfermería, área jurídica y de refugiados.
“Tenemos nuevos desafíos por la política racista y xenofóbica del gobierno que encabeza Donald Trump. Creo que el gobierno mexicano debe ayudar a los migrantes de este país y de Centroamérica”, dice.
Como parte de los festejos por el décimo aniversario del albergue construido en Ciudad Ixtepec, Oaxaca, Solalinde Guerra ofició una misa a favor de los migrantes caídos y de quienes han ayudado al sostenimiento del paraíso de los “sin papeles”.
Con las políticas migratorias de Trump, México tiene una gran oportunidad para atender a los migrantes, reflexiona el sacerdote Solalinde.