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Las dos caras de la ex primera dama de Veracruz

La relación entre Karime Macías Tubilla y Javier Duarte de Ochoa se construyó en la Universidad Iberoamericana, donde ambos estudiaban

La esposa del ex gobernador llegó a presidir reuniones del gabinete (ARCHIVO EL UNIVERSAL)
21/02/2017 |03:20Edgar Ávila / Corresponsal |
Redacción El Universal
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En los primeros años del gobierno de Javier Duarte de Ochoa, su esposa Karime Macías Tubilla se mostraba como una mujer tolerante, sensible y comprensiva que siempre se emocionaba profundamente cuando recibía libros de regalo.

Sin importar los autores, su nacionalidad o los temas que abordaran, se bebía las historias con una ansiedad pocas veces vista en una primera dama e incluso se tomaba la molestia de llamar telefónicamente para agradecer las obras y, de paso, recomendaba otras.

Leyó y recomendó a Le Clézio, Patrick Modiano, Haruki Murakami y Banana Yoshimoto, entre otros; siempre tenía temas de conversación y reflejaba lo que era: una mujer muy culta.

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No era algo fortuito, provenía de una familia rica y fue educada con rigor. Siempre lo demostraba. Pulcra en su vestir y en su figura, extremadamente disciplinada en su alimentación y con el ejercicio. Montaba a caballo todo el tiempo, no sólo en Veracruz, sino también en la Ciudad de México.

Para muchos fue extraño que accediera a los cortejos de Javier Duarte de Ochoa, un joven de clase media-baja, huérfano de padre que tuvo que trabajar al lado de su madre en las panaderías que tenían en la zona de Córdoba.

La relación de ambos se construyó en la Universidad Iberoamericana, donde estudiaban. El cupido fue Moisés Mansur, amigo de Karime y señalado como uno de los principales socios del ex gobernador prófugo de la justicia.

Mientras Javier tenía que trabajar para pagarse su carrera, Karime era refinada, incluso selectiva con sus amistades. Muy discreta y poco afecta a las joyas durante el sexenio de su esposo usó casi siempre el mismo reloj.

Exigente y dominante, Karime fue una aliada invaluable para las aspiraciones políticas de Javier Duarte. Durante el sexenio de Fidel Herrera Beltrán fue la persona más discreta y servicial con la entonces primera dama, Rosa Borunda.

Cuando Javier logró la gubernatura, durante cinco años de su gestión era habitual verla caminando completamente sola en las plazas comerciales de la ciudad de Xalapa y Veracruz; en otras ocasiones se le observaba con sus hijos y sus niñeras (al menos dos).

Le gustaba pasar inadvertida y por eso frecuentemente se iba la Ciudad de México. A mediados del sexenio se embarazó y eso la distanció aún más.

Empezó siendo generosa, comprensiva, tolerante y sensible, pero conforme avanzaba el fin del gobierno de Duarte sufrió una profunda transformación de carácter.

Tuvo episodios de interés en los asuntos de gobierno, en los que se involucraba muy activamente e incluso llegó a presidir reuniones de gabinete; a partir del cuarto año decidió tomar el control de las políticas de comunicación social del gobierno y de las redes sociales.

Para ello llevó a Xalapa a su prima Córsica Ramírez Tubilla, quien vivía en Barcelona. Se habilitó prácticamente un ala completa en Casa Veracruz para oficinas destinadas a un grupo de ocho personas que manejaban todas las cuentas oficiales de redes sociales.

En esa época, Karime le quitó temporalmente el control de su Twitter al gobernador y era frecuente que las niñeras le llevaran a sus hijos a esas oficinas, donde se trazó una parte de la comunicación institucional y el recorte de los convenios institucionales con medios de comunicación, algunos incluso mayores que algunos diarios de Nueva York.

Se reunía constantemente con actores de distintos ámbitos sociales, políticos y económicos y a todos ellos preguntaba sobre la percepción de la administración duartista; escuchaba las críticas sin el mayor sobresalto y siempre anotaba todas las recomendaciones.

Quienes llegaron a tratar con ella en los últimos meses de la gestión duartista aseguran que se volvió irascible e intolerante. Un año antes de que concluyera la administración de su esposo, perdió interés en las actividades del Sistema Estatal para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF), pues lo consideraba una carga que le quitaba tiempo para la atención de sus hijos.

Tenía una relación muy cercana con Enrique Jackson y con Rubén Aguilar, a quienes consideraba sus superasesores. Poco después de las elecciones de 2016, cuando perdieron la gubernatura, dejó de contestar mensajes de WhatsApp.