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Aun cuando la ley lo prohíbe, pobladores de Tlacotalpan, Veracruz, llevaron a cabo el tradicional embalse y suelta de toros, una polémica tradición que se realiza año con año como parte de la fiesta de La Virgen de la Candelaria. El saldo de la revuelta fue de 60 detenidos: 10 ganaderos y 50 personas que trataban de realizar el embalse, dijo el alcalde, Homero Gamboa Martínez.
Desde el 10 de noviembre pasado, el maltrato animal fue tipificado como delito en Veracruz, cuando fue aprobada la Ley Estatal de Protección a los Animales, por lo que quedaron prohibidas las vaquilladas y pamplonadas. La ley contempla sanciones de dos a cinco años de prisión y multas de 200 a 400 salarios mínimos.
La celebración consiste en obligar a seis toros de raza cebú a adentrarse en las aguas del Papalopan, un río conocido por lo caudaloso de su corriente, y lograr que crucen al otro margen. Los toros son amarrados a un lado de una embarcación pequeña llamada piragua, y sólo debe sobresalir su cabeza de entre la corriente. Previamente, cada uno de los animales es obligado a beber una botella de aguardiente.
En declaraciones hechas a medios de comunicación locales, el alcalde panista informó que el evento quedaba prácticamente suspendido, ya que autoridades estatales habían resguardado a los toros.
“La fiscalía decomisó los animales que teníamos destinados y que con mucho esfuerzo la sociedad civil consiguió para el evento de los toros”, señaló el funcionario.
El alcalde acusó a la fiscalía de invadir propiedad privada y de “robar” los toros del evento. “Quién sabe dónde van a dejar los toros, los llevan caminando por las márgenes del río con rumbo desconocido”, indicó. Posteriormente se deslindó de cualquier conflicto que pudiera ocurrir por la cancelación del festejo.
Ante el anuncio, los habitantes rompieron las puertas del Palacio Municipal y sacaron a rastras a Gamboa Martínez para llevarlo al malecón, donde tradicionalmente se lleva a cabo la fiesta, y ahí le exigieron que intercediera ante autoridades para que se realizara el tradicional embalse.
Con la finalidad de tratar de impedir la celebración, desde el día martes se había puesto en marcha un operativo, vía terrestre y acuática, en el que participaron elementos de la Policía Ministerial, la Fuerza Civil, la Policía Estatal y la Procuraduría del Medio Ambiente, entre otras instituciones, y con el cual se pretendía hacer cumplir la Ley Estatal de Protección a los Animales. Sin embargo, los pobladores burlaron a las autoridades.
Finalmente el embalse se llevó a cabo. Como todos los años, los toros fueron obligados a pasar “nadando”; llegaron fatigados a la otra margen del río, donde una multitud los esperaba. Una vez en tierra, fueron soltados en las calles de Tlacotalpan, mientras que asistentes intentaban montarlos, les jalaban la cola o les aventaban latas de cerveza para hacerlos correr.