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Las barras de acero que amurallan la frontera entre Nogales, Sonora, México, y Nogales, Arizona, Estados Unidos, no son impedimento para que padre e hijo puedan mirarse, tocarse y besarse, después de 16 años de no hacerlo.
Los hermanos Mayra Janeth, Martina y Rafael Ceniceros Hernández planearon una sorpresa para su padre, Onésimo, quien el 16 de febrero cumple 65 años de edad.
Ayer, desde las 9:00 horas se instalaron en los perímetros de la línea fronteriza, por la calle Internacional. Colocaron sillas, mesas y un pastel, pusieron al cumpleañero de espaldas al muro fronterizo, le ordenaron que cerrara los ojos y pidiera un deseo en voz alta.
Cuando volvió a abrir los ojos y volteó, ahí estaba su hijo Rafael con su esposa y tres hijos. La emotividad invadió a la familia. Algunos no se conocían en persona.
La familia vivía en Nogales, Sonora y, al fallecer la madre, se dispersaron. Rafael se fue en la búsqueda del sueño americano y ahora vive en Phoenix, su estancia no es legal, pero tiene en trámite una visa “U” para inmigrantes que sufren violencia en el vecino país, pues fue víctima de un asalto con arma de fuego.
La familia lloró y no pudieron expresar con palabras ese sentimiento que los invadió al volver a reunirse y tocarse después 16 años.
Martina vive en Mexicali, Baja California; viajó más de 10 horas y el camino se le hizo eterno. “Tarde, pero segura”, dijo, al llegar a la cita.
Onésimo, trabajador de la construcción, viajó de Sinaloa, en tanto Mayra Janeth, la única residente de Nogales, preparó el encuentro.
“No sé cómo decirlo, soy muy feliz, todos estamos aquí, no lo puedo creer, desde que mi hijo se fue no nos habíamos reunido”, expresó el padre de familia, a quien sus nietos amorosos le llamaban Tat.
Fue un gran regalo, dijo, mientras partía un pedazo de pastel y se lo daba en la boca a su hijo Rafael, de 38 años. Mientras su esposa, con ternura observaba la escena.
Dos hombres fuertes, de aspecto rudo, quebrados por el sentimiento, se frotaban las manos y las paseaban en ocasiones hacia el lado estadounidense y otras del lado mexicano.
Las hermanas y sus hijos estaban sentadas, pegadas a la cerca de acero, todo era alegría, bullicio, la familia Ceniceros estaba de fiesta.
Ellos disfrutaron a plenitud un domingo familiar, se dijeron cuánto se quieren y se extrañan. No saben cuándo se volverán a ver.
A un metro de esta familia, estaban los hermanos Duarte; dos por el lado mexicano y dos del estadounidense. Son originarios de Hermosillo y se encontraron con su padre, residente en Sonora.