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estados@eluniversal.com.mx
Ciudad Juárez.— Mientras autoridades de Estados Unidos anunciaron esta semana la construcción de un muro fronterizo que separará su nación de México, 600 familias alejadas por cuestiones migratorias se unieron en un abrazo justo a la mitad del río Bravo, en un reencuentro que a la par sirvió de protesta ante la creciente postura antiinmigrante que adoptó el nuevo gobierno de EU.
“Hugs not Walls” un programa desarrollado por la Red Fronteriza de Derechos Humanos, permitió que por tercera ocasión familias provenientes de ambos lados de la frontera pudieran verse después de décadas.
Sin embargo, quizá sea la última oportunidad de llevar a cabo un encuentro de esta naturaleza, los organizadores consideran poco probable que el gobierno de Donald Trump autorice una nueva manifestación.
“Estamos alzando la voz de la forma más poderosa que existe: el amor entre padres e hijos, hermanos y abuelos. Con este acto demostramos que no puede ver la relación entre México y Estados Unidos sólo en términos comerciales o políticos, hay situaciones mucho más profundas que tienen que ver con la integridad de las personas, con los derechos humanos. Aunque creemos que el presidente [Trump] no lo aprobará”, señaló Luis Carlos Díaz, participante en la acción.
Previo al encuentro en el lado de El Paso se realizó una marcha, que partió desde el barrio “Chihuahua”, una zona habitada eminentemente por mexicanos. Luego, desde cada lado de la frontera, las familias fueron descendiendo, los paisanos de blanco, los estadounidense de azul, todos bajo la estricta supervisión de la Patrulla Fronteriza que se mantuvo al margen.
Llantos, risas, sorpresas y emociones de todo tipo se vivieron entre las aguas del río, que en esta ocasión llevaba una pequeña corriente aunque a nadie le importó mojarse, o las bajas temperaturas que se registraron durante el encuentro, las cuales descendieron hasta dos bajo cero.
Los voluntarios que organizaron todo estuvieron recibiendo solicitudes los cuatro meses previos, en las que las familias explicaban su situación, posteriormente se realizaron gestiones ante los gobiernos de las dos naciones para que se permitiera por unos minutos dejar de lado las estrictas medidas de seguridad que se mantienen en esta zona de Anapra, México, y Sunland, Nuevo México. Tras unos breves momentos cada grupo regresó a la tierra en la que vive por ahora, con la promesa de encontrarse.
La Red Fronteriza rechazó esta semana algunas de las decisiones del presidente Trump, particularmente la Orden Ejecutiva para iniciar la construcción del muro, así como el anuncio de la incorporación de 5 mil nuevos agentes de migración a los que calificó como una fuerza de deportación.
En un comunicado, reprochó que Trump criminaliza un fenómeno social, como lo es la migración.
Criticó que la administración del republicano pretenda militarizar la franja fronteriza y que se esté impulsando una política de separación.
Otros abrazos. El pasado 10 de agosto, unos 600 mexicanos también se abrazaron con sus familiares a la mitad del río Bravo, en Ciudad Juárez, sin que mediaran muros entre sus cuerpos. La multitud fue separada en grupos de 10 personas y unos y otros cruzaban corriendo sobre los charcos de agua para tocarse en la frontera.
Otro encuentro de este tipo ocurrió el 1 de noviembre a siete días de que se realizarán las elecciones de Estados Unidos. Los organizadores calcularon que fueron 3 mil 500 personas las que participaron.