Era media mañana de los primeros días de enero. Tras dos días de mantener tomada la caseta cercana a cuidad Camargo, unos 200 manifestantes que protestaban en contra del gasolinazo se percataron de que un centenar de policías antimotines se formaban en posición de escudo: el desalojo era inminente.

En espera de que se desatara la violencia, algunos se arrodillaron y subieron los brazos. En un par de segundos todo el grupo estaba postrado. Cuando los antimotines se disponían a dispersar a la multitud sonaron las primeras estrofas del Himno Nacional mexicano, entonadas ante las medidas implementadas por el gobierno.

Al encontrarse frente a frente, todo se detuvo: los uniformados dejaron de avanzar y conforme se escuchaban las rimas compuestas por Francisco Bocanegra en 1853 se disipó el intento de ejercer la fuerza pública contra el grupo.

“La entonación del Himno Nacional es un mecanismo de defensa en las protestas, es un pacto tácito de no agresión entre quien se manifiesta y la autoridad. Es la manera que tienen, quienes no buscan un enfrentamiento, de pedir no ser lastimados, y a la vez transmiten la confianza de que no atacarán por ninguna vía a quien represente al Estado en el lugar”, refiere el sociólogo Carlos Flores.

La entonación del Himno Nacional se ha extendido recientemente. Tan sólo la semana pasada además de Ciudad Camargo en Ixmiquilpan, Hidalgo, cientos de ciudadanos hicieron lo propio en Chihuahua, Aguascalientes y Estado de México entre otras entidades.

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