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En una de las regiones que hasta hace cuatro años fue de las más conflictivas de la zona metropolitana, por las disputas entre los grupos del crimen organizado, fue inaugurada la tarde de ayer la Ciudad Mural más grande del país, un proyecto que incluyó la realización de 93 murales en la colonia Altamira, mientras que en la vecina colonia, Cerro de la Campana, se concretó un macromural de 25 mil metros cuadrados.
El proyecto Entornos de Paz, que promovió el Programa Nacional para la Prevención Social del Delito (Pronapred), se concretó con el concurso de autoridades federales, locales y del municipio de Monterrey, además del apoyo de la iniciativa privada, pero principalmente por la colaboración de los vecinos del sector y del colectivo Tomate, entre otras asociaciones civiles.
En los murales participaron directamente 55 artistas, 20 locales y 35 de otros estados del país, siguiendo el ejemplo del modelo colombiano, donde se reconoce que gracias a la intervención de artistas del color, al cambiar el entorno de las comunidades se inició el proceso de pacificación social. Mientras que en México se ha comprobado que este tipo de iniciativas ayudan a disminuir hasta en 35% los índices de violencia, citó Gilberto Alcaraz, de Grupo Comex.
Los modelos de intervención del Pronapred, dirigidos este año a la zona sur de Monterrey, consistieron en la Ciudad Mural, que incluye 93 murales que representan historias orales o sueños de realización contados por los habitantes de la colonia Altamira.
La iniciativa se desarrolló durante tres meses y 20 días de “pinta”, por artistas y vecinos para generar una historia oral del barrio y desarrollar habilidad de construcción de paz en la comunidad. Incluso, se afirma, participaron algunos jóvenes que habían sido parte de organizaciones delictivas, que ya están en pleno proceso de reinserción social.
Al mismo tiempo, en la colonia aledaña, El Cerro de la Campana, un barrio tradicional de Monterrey, desde donde saltó a la fama el artista de música colombiana Celso Piña, se llevó a cabo el modelo de macromural, en el cual igualmente en conjunto con la comunidad, se realizaron actividades de cultura de paz y herramientas para una mejor convivencia.
María Elena Domínguez Servién, subsecretaría de Prevención y Participación Ciudadana del gobierno estatal, reconoció que no se puede aspirar a la paz si no se generan mejores lugares para vivir. Pero afirmó, no se trata de que su colonia se vea más bonita, sino de que los vecinos se sientan más orgullosos de ella.
Pero lo más importante, les dijo a los vecinos, “es que ustedes aprendan a resolver sus diferencias, alejados del crimen y de la violencia”.
Después de tres meses de trabajo comunitario, de asociaciones civiles, autoridades y ciudadanos —sobre todo jóvenes—, decenas de fachadas de escuelas y bardas que fueron construidas por los vecinos, para protegerse de los embates de la delincuencia, llevan coloridos mensajes de paz, espiritualidad y relatan historias que algunos bien conocen en las colonias Altamira y Cerro de la Campana, ubicadas en el sur de Monterrey.
La avenida Río Nazas y la calle Niño Artillero lucen los imponentes murales, que los vecinos prometieron cuidar porque muchos de ellos participaron en su creación.
Continua transformación. Tomás Darío, quien junto con Maribel Benítez encabezan el colectivo Tomate, que fue parte fundamental en el proyecto, expuso que con esta iniciativa “transformamos los mensajes en las paredes, transformamos el espacio, transformamos nuestras relaciones y nuestra comunidad”.
Maribel Benítez dijo, por su parte, que les habían dicho que en Monterrey este proyecto no iba a funcionar porque “los regios eran muy cerrados, pero comprobaron que no fue así y que en todo México hay gente que está dispuesta a comprometerse por su comunidad”.