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La corrupción se ha convertido “en un cáncer y en una lacra que contaminan y destruyen por todas partes, no sólo en el gobierno y en la política, sino incluso en la Iglesia”, aseguró el obispo de la diócesis de San Cristóbal de las Casas, Felipe Arizmendi Esquivel.
La corrupción, sostuvo el prelado, empieza en las familias y se difunde en todos los ambientes, y en la misma Iglesia hay casos lamentables, como cuando algunos catequistas reciben dádivas para exentar a alguien de las pláticas pre sacramentales o cuando algunos miembros de juntas o mayordomías de las fiestas patronales se quedan con ingresos que no les corresponden.
Pero la corrupción, dijo, es muy reprobable en los ambientes políticos porque se dispone de recursos públicos que son propiedad de la comunidad y se destinan para fines no justificables.
En el documento “El cáncer de la corrupción”, Felipe Arizmendi advirtió que en ocasiones, “se administran para obras diferentes los ingresos recaudados en los impuestos, porque hay urgencias que se deben atender; lo grave es que se los apropien para beneficio personal o familiar, como cuando los legisladores se asignan a sí mismos bonos considerables”.
Refirió que existen casos muy difundidos en los medios de comunicación, pero otros quedan ocultos y son igualmente dañinos para la comunidad.
Sobre todo, agregó, cuando por la corrupción los pobres, los enfermos, los ancianos y las escuelas se quedan sin los apoyos que necesitan para sobrevivir. “Lo que debería ser para hospitales, para carreteras, para apoyar el campo, se usa para propaganda personal o electorera”, enfatizó.
Incluso, planteó la necesaria sagacidad “para no dejarnos engañar por quien, en sus campañas políticas, promete acabar por completo con la corrupción”.
Es un ideal por el que todos debemos luchar, “pero hay que ser realistas, sabiendo que, aún en los mejores ambientes, no faltan los corruptos que echan a perder los más nobles ideales”, precisó.
El obispo chiapaneco aseveró que hay quienes luchan por un poder político no tanto para servir a su pueblo, sino sólo por los recursos económicos que puedan obtener para su provecho.
Estableció la analogía cristiana, que “Jesús escogió personalmente a los doce apóstoles, pero Judas se corrompió por el dinero y por la ambición del poder”.
El religioso planteó en el empeño por evitar la corrupción, en evitar “este pecado social”, y educar a los niños y jóvenes para que sean rectos, veraces y transparentes en la vida diaria y en la escuela.
“Si en el hogar hay corrupción, es muy difícil enderezar el sendero”, consideró.
afcl