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Silvia Ortiz camina, incansable, sobre un terreno despoblado. Dirige, da entrevistas, dialoga con ministeriales. Otro día marchará en las calles de Torreón o se manifestará afuera de un edificio de justicia. Así ha sido el caminar de Silvia desde el 5 de noviembre de 2004, cuando desapareció su hija Silvia Stephanie Sánchez Viesca Ortiz, Fanny, a la edad de 16 años.
“¿Qué no he hecho?”, lanza Silvia, de piel cobriza y semblante fuerte. Habla y mira directo a los ojos, sin titubeos. Ha hecho huelgas de hambre, se ha atado al asta bandera de la Plaza Mayor de Torreón, se ha manifestado en las Procuradurías Generales de Justicia y de la República en Coahuila, ha cerrado calles y ha desfilado por decenas de medios de comunicación.
También se ha parado frente a cuatro gobernadores de Coahuila, “y de procuradores de la República ya perdí la cuenta”, dice y los nombra: “Macedo, Vaca, Arturo, Medina Mora, Arely… Nadie le da… Nadie sabe”.
Han pasado 12 años desde aquel día en que Fanny regresaba de un torneo deportivo e iba a entregar un discman a casa de un amigo cuando tres tipos se bajaron de una camioneta y la levantaron. Fue la última vez que alguien la vio.
—¿Qué le falta por hacer?
— Hay algo que he querido hacer pero no me dejan… colgarme de un puente, dice.
Silvia no se cansa. En 2013 formó el Grupo VIDA (Víctimas por sus Derechos en Acción), organización que atendía casos de familias con un ser querido desaparecido, víctimas de un fuego cruzado o víctima de arbitrariedades policíacas; sin embargo, después el grupo se quedó únicamente con los casos de desaparecidos. Actualmente hay 52 casos en el grupo.
El 17 de enero de 2015 realizaron su primera búsqueda terrestre en el ejido Congregación Hidalgo de Matamoros, Coahuila, y desde entonces han encontrados miles de restos óseos y huellas de una masacre en diferentes terrenos de Coahuila.
“He agarrado fuerzas con el grupo, pero a la vez me debilito porque ya no sólo es mi dolor, sino es el de muchos; absorbo tantos dolores, tantos casos...”, cuenta Silvia.
A ella no le gusta enfermarse porque —afirma—, “hasta que Dios le dé fuerzas, no se rendirá”.
Su familia ya no ha sido la misma. “Dicen que hemos aguantado, porque la mayoría se desbarata”, refiere. “Pero no ha sido fácil, hay discusiones, culpas, enojos”.
“Lo económico no vale”, asegura la madre, pero entonces le embarga un sentimiento de coraje, de tristeza: “No le di carrera a mis hijos y eso me duele mucho porque han batallado; no les di estudios... les he pedido perdón, me dicen que no hay ‘bronca’, pero sí hay porque veo que batallan”, relata.
Óscar Sánchez Viesca, padre de Fa-
nny, escribió en su cuenta de Facebook: “Hoy se cumplen 12 años de que se llevaron a mi hermosa bebé. Hemos perdido todo: casa, coches, joyas y no nos importa. Lo último que perderemos es la fe en Dios de poder encontrarte. Mi pedacito hermoso que Dios me concedió tenerte 16 años a mi lado, perdóname por no haberte podido encontrar. Lo único que sí te puedo decir es que ésta ha sido una larga lucha titánica, muy desgastante y muy desigual. Tú nunca deberías haber sufrido lo que sufriste pero una cosa sí te prometo: pronto muy pronto daré contigo sea como sea, te lo prometo mi hermosa bebé. Dios te bendiga donde te encuentres. Amén”.
“Te sigo buscando”. Luego de la muerte en octubre de 2012 de Heriberto Lazcano Lazcano, El Lazca, en Progreso, Coahuila, circularon fotografías del presunto capo a lado de una supuesta novia que, se dijo, era Fanny.
“Fue pura mentira, yo hablé con la muchacha que salía en la foto, el novio tampoco era El Lazca. Es mucho daño el que hicieron”, recuerda.
Lo cierto, asegura Silvia, es que no hay nada en la investigación sobre el paradero de su hija. “Nadie quiere hablar”, lamenta. “Los sospechosos con la mentada ley del artículo 20 de no hablar a todos nos friegan, nadie va a hablar. La ley nos pide que para tener preso a alguien necesitamos la confesión. Todos estamos fritos”, opina.
Silvia menciona que se han dicho muchas cosas y nada se ha comprobado. Lo más certero, asegura, es lo que ella ha investigado y entregado a las autoridades. A fuera, en el trajín diario, no hay vida, refiere. La vida es dentro del grupo VIDA, es su familia.
A su hija, donde quiera que se halle, le dice: “Te sigo buscando, no voy a parar, no sé cuántos días me dé la vida ni las fuerzas. Te voy a seguir buscando, que me espere, que crea, que crea realmente que la estoy buscando. La voy a ver pronto”.