Las tres costureras que se defendieron del ladrón que irrumpió en su casa mientras dormían temen por su vida.

Perla Aurora, de 29 años; Carolina, de 46, y Ana Lilia, de 37, acusadas de matar al sujeto que entró a robar a su casa, no han vuelto a su hogar por miedo a que familiares del fallecido cumplan las amenazas en su contra.

En la puerta de acceso al domicilio continúan las cintas de acordonamiento que peritos de la fiscalía colocaron después de los hechos. Las luces del interior de su vivienda se quedaron encendidas desde la madrugada del lunes, cuando José Guadalupe Martínez Tejeda, El Chepe, se brincó la barda e ingresó para robarlas y que al verse sorprendido se abalanzó a puñetazos sobre una de ellas; sin embargo, fue sometido a cacerolazos, con un ladrillo, una cinta métrica y una corbata. Ahí habitaban también un hombre en silla de ruedas y un bebé.

El dictamen de necropsia dictaminó que el hombre falleció a causa de asfixia por estrangulación. El martes, después de pasar 38 horas detenidas por la muerte del sujeto, fueron liberadas al acreditarse que actuaron en legítima defensa de su persona y patrimonio, pero optaron por no regresar a su vivienda, a 150 metros de distancia de donde vivía El Chepe.

La tarde del día anterior, una hermana de El Chepe advirtió en medios locales: “Si [las autoridades] no hacen justicia, nosotras lo haremos. Sabemos dónde viven y me voy a meter a su casa. Haré lo mismo que ellas”.

Las mujeres tenían pocos meses de vivir en el domicilio en renta y habían externado su intención de comprarlo.

La fiscalía informó que ofreció custodia a las mujeres en calidad de víctimas del delito, pero no la aceptaron por recomendación de su abogado.

El Ministerio Público activó un protocolo mediante el cual se proporcionó un teléfono de urgencia a las mujeres y en caso de que sientan temor o estén en riesgo, se les dijo, agentes de la Policía Ministerial acudirán en su apoyo. El Ministerio Público valoró que ellas nunca intentaron huir y tampoco trataron de evadir la responsabilidad.

También encontró que el ahora occiso había intentado entrar a otra vivienda, que existían varias investigaciones en su contra por robo y que estuvo recluido en el tutelar de menores y en dos ocasiones en el Cereso de varones por el delito de robo.

Mecánica de hechos. El fiscal describió que de acuerdo con los datos de prueba, en el interior de una vivienda modesta estaba una mujer durmiendo en la sala, porque las dos recámaras están ocupadas por diversas personas, entre ellas menores y un hombre con discapacidad. Al ver al sujeto, fingió seguir dormida, éste salió al patio y ella se percató de que no estaban un celular y dinero que había dejado en la mesa. Fue detrás del ladrón, lo enfrentó y le preguntó qué hacía ahí; él dijo que lo perseguía la policía. Luego empezó a agredirla con los puños. Ella pidió ayuda. Una tía llegó a auxiliarla y empezó el forcejeo.

“Finalmente toma esta persona un ladrillo, agrede a la tía y saca de entre sus ropas un cuchillo; para esto la primera persona se había liberado, la segunda tía logra desarmarlo del cuchillo (...) y lo empiezan a tratar de someter”, relató el fiscal.

Ellas intentaron maniatarlo con una cinta métrica, pero el sujeto se zafó. Finalmente, encontraron una corbata con la que trataron de maniatarlo, pero él no se dejó. “Fue por eso que se la pusieron en el cuello y maniobraron hasta que perdió fuerzas, al tiempo en que otra de ellas pidió que llamaran a la policía”.

El fiscal explicó que cuando arribó la policía el sujeto todavía estaba forcejeando. Llamaron a una ambulancia, pero se encontraron con que el hombre había fallecido.

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