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La última vez que sus compañeros lo vieron reír y divertirse fue en un salón de billar de Jojutla, la tarde del martes, donde departieron entre las 16:00 y las 18:00 horas, para festejar su cumpleaños.

“Sólo quería festejar en un lugar digno”, dijo una amiga de Francisco Emiliano Carmona Servín, alumno de segundo año de la Preparatoria 4 José Urbán Aguirre, situada en la franja territorial con mayor incidencia delictiva en el estado, de acuerdo con datos de la Comisión Estatal de Seguridad.

“Francisco Emiliano y tres de sus amigos, todos preparatorianos, terminaron de jugar billar esa tarde y después se retiraron en compañía de otros amigos con quienes [Francisco] empezó a ingerir bebidas embriagantes”, dijo uno de los alumnos que lo acompañaron en el billar.

Francisco dijo en su casa que iría a festejar y posiblemente se quedaría en la casa de uno de sus amigos. Era el segundo día de festejos a los muertos.

Esa noche los familiares de los adolescentes Alberto Emilio Sánchez López, de 15 años; Melesio Pizaña Flores y Alejandro Medina Juárez, ambos de 16 años, y Francisco Emiliano, de 17 años, nada supieron de sus hijos, pero a la mañana siguiente fueron avisados de que en un paraje del municipio de Yautepec, colidante con Tlaltizapán, donde vivían dos de las víctimas, se encontraban cuatro cuerpos de jóvenes sin vida.

“Eran excelentes alumnos, su cárdex dice que tenían buenas calificaciones. Yo les di clases, conviví con ellos. Queremos justicia, queremos que el gobierno se ponga las ‘pilas’”, afirma Miguel Ángel Librado Robles, director de la preparatoria, adscrita a UAEM.

Los féretros blancos de los alumnos fueron llevados alrededor de las 14:30 horas a la cancha de usos múltiples de la institución para dedicarles una misa de cuerpo presente. El ambiente fue invadido por la nostalgia y tristeza.

Un grupo de alumnas rompió en llanto y gritos cuando mencionaron el nombre de Alejandro Medina Juárez, un chico recordado por su carácter altruista.

Dicen que en enero pasado Alejandro organizó a sus amigos para juntar juguetes y llevarlos a las familias que habitan en los lugares de mayor pobreza.

Otros contaron que su compañero acudió a la dirección escolar para pedir respaldo y apoyar un programa de ayuda a los grupos vulnerables.

A la escuela acudieron unas 2 mil personas para manifestar su solidaridad a los familiares de las víctimas.

“Eran muy buenos, amigueros. Uno de ellos jugaba futbol americano, otro practicaba el futbol, todos eran buenos. Nunca supimos que estuvieran en malos pasos o con malos amigos”, dijeron sus compañeros.

Quienes conocieron a los muchachos dicen que eran divertidos y a Melesio Pizaña lo describen como un adolescente que contaba chistes a sus compañeros cuando aquéllos estaban tristes.

Fueron jóvenes aplicados, dentro lo que cabe, dijo una profesora.

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