Cuernavaca. — Por cuatro años Karla quedó atrapada en un ciclo de violencia, maltrato y prostitución bajo las órdenes de un joven que la sedujo y que después se convirtió en su padrote.
Karla esperaba a un grupo de amigos afuera de la estación del metro Pino Suárez, en el Centro Histórico de la Ciudad de México, para acudir a una pista de patinaje; sus amigos no llegaron, pero enseguida se le acercó un hombre de piel blanca, alto y ojos azules, que le invitó un helado.
Ella aceptó y tras varias horas de platicar se despidieron; antes él le pidió un número de teléfono para seguir en contacto. A la siguiente semana programaron una cita, y cuando se encontraron otra vez, él se dijo enamorado de Karla y fue correspondido.
Karla relató su testimonio en la conferencia “Con la trata no se trata”, organizada por el ayuntamiento de Cuernavaca y presidida por el edil Cuauhtémoc Blanco Bravo. En las instalaciones de la Secundaria 1 narró los cuatro años de violencia sexual que vivió cuando apenas tenía 12 años. En ese tiempo fue obligada a tener relaciones sexuales hasta con 30 hombres por día y, en caso de negarse, un hombre le apuntaba con una pistola y en la otra mano sostenía la fotografía de algún familiar.
Karla contó que después de salir un par de ocasiones con el hombre de ojos azules éste la invitó a pasear al estado de Puebla y le pidió llevar una amiga más, ella respondió que no tenía amigas y entonces se fueron solos. Pero no emprendieron el viaje a Puebla, sino a Zacatelco, Tlaxcala.
Al caer la noche, Karla quiso volver a México porque le preocupaba que su padre le ordenó que a más tardar a las 23:00 horas debía estar en casa, y cuando llegó su madre la esperaba con un garrote en la mano y le dijo: “Si no te gusta estar aquí te puedes ir”, y como estaba enamorada del hombre que había conocido se fue con él a Tlaxcala.
Los primeros tres meses fueron de maravilla, dijo Karla, recibía amor, cariño, dinero y todo lo que no tuvo en casa de sus padres. Posteriormente recibió órdenes de quien se convirtió en su “padrote” y empezó a prostituirla. Si se negaba la golpeaba con cables y palos hasta que un día la quemó con una plancha.
Quedó embarazada y fue obligada a abortar. Después se volvió a embarazar, pero esta vez pudo conservar a su bebé; aun así la obligaron a prostituirse hasta los ocho meses de embarazo. Un mes después de que nació su hija, la familia de su padrote se la quitó y no supo de ella por lo menos en un año.
En algún momento Karla pensó en huir de Tlaxcala, el estado que registra mayores casos de trata de personas en el país, pero la desconfianza en las autoridades la obligó a quedarse. Relató que cuando los policías realizaban rondines por los prostíbulos era para abusar de las chicas que se hallaban al interior.
Los “padrotes” de Tlaxcala buscan chicas jóvenes y sin educación en otros estados del país. En los pueblos pequeños junto a la carretera que conecta las ciudades de Tlaxcala y Puebla, los círculos de trata de personas donde hay familias enteras involucradas operan a la vista de todos, dijo.
Finalmente, Karla logró escapar de esa vida que, dijo, fue un infierno. Contó con la ayuda de hombre mayor de 60 años, gracias a él tiene una mejor vida a lado de su hija y además forma parte de la fundación “Camino a casa”.