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Torreón

El retorno de los desplazados por la violencia en la colonia Nuevo México, zona que el Programa Nacional de Prevención del Delito (Pronapred) exhibe como modelo de reconstrucción del tejido social en el país, se ha estancado en el último año.

Decenas de casas pintadas con colores pasteles aún lucen vacías y muchas familias optaron por no regresar y mejor rentar las viviendas. Otras aseguran que nunca rehabilitaron su casa por completo y que “no’más fueron maquilladas”.

De acuerdo con cifras del Comité de Recolonización de la colonia Nuevo México, en 2014, 69 de 222 familias desplazadas habían regresado sus hogares; en 2015 la cifra aumentó a 81, mientras que a la fecha son 87.

“Sí se ha estancado un poco”, admite Antonio López, coordinador de dicho comité, sobre el regreso de las familias a la colonia que entre 2011 y 2012 era guarida de los zetas.

Además, muchas familias que hoy habitan la colonia no eran residentes cuando la guerra entre grupos criminales obligó a los habitantes a huir.

López reconoce que en algunos casos la gente prefirió rentar o incluso pusieron su casa en venta; otras más están prestadas. El comité no cuenta con un registro formal sobre las viviendas que están en estas condiciones, pero Antonio calcula que son 20 de las 100 que están “rehabilitadas”. Los vecinos dicen que son más.

“Muchas familias quedaron asustadas, muchos dueños ya no quieren regresar”, asegura Ismael, un vecino de la Nuevo México que no vivió el concierto de balazos a todas horas porque ahora es uno de los que rentan una casa en la colonia.

Antonio López coincide que una de las razones por la que se ha estancado el regreso de los desplazados es porque todavía existen familias que quedaron muy lastimadas. Aquí era zona de guerra: la muerte deambulaba en cada esquina, por las noches se escuchaba el grito de gente secuestrada y a todas horas podían aparecer cadáveres tirados como en rastro, cuentan quienes vivieron en este infierno. La colonia terminó como terminan las ciudades en guerra: casas demolidas, con orificios de balas en los muros,
infraestructura cercenada por el fuego y sin gente.

En otros casos, arguye López, las familias no han retornado porque esperan que les rehabiliten completamente la casa al 100: “Es difícil, les he comentado que necesitan poner algo de su parte. Les digo que le den calorcito a la casa, la gente quiere que de plano le hagas todo a la casa. Está en chino, hay apatía de la gente”.

Rehacen su vida. En un recorrido hecho por EL UNIVERSAL se observan viviendas pintadas con colores chillones pero con candados, sin habitantes. Otras están pintadas pero por dentro siguen en obra negra.

En una primera etapa fueron 75 casas supuestamente remozadas; en la segunda etapa fueron 25, éstas sumaron más de 12 millones de pesos en inversión. Unas 100 viviendas siguen derruidas, sin ventanas ni puertas.

Una de las primeras casas rehabilitadas fue la de Joaquín Ríos: la número 172. Su casa está sobre la única calle donde circulan coches, en la parte baja del cerro. Por fuera, la vivienda pintada de verde presume un sello en la pared: “1ra etapa Nuevo México”.

“Pero pásele pa’ que vea que no hicieron nada”, pide Joaquín. Abre la puerta y por dentro parece un gallinero abandonado.

Su casa figura entre las entregadas. “Firmamos una carta de compromiso para terminar y se fue la persona. Vamos a las juntas y me dicen que sí... no es que dude, pero ¿cuándo?”, dice.

Don Joaquín asegura que también les hicieron firmar cartas de agradecimiento al gobernador y al Presidente. “Fírmele que al cabo yo la termino”, le prometieron. Le aseguraron que le harían un pie de casa, un firme, enjarre y enyesado.

Joaquín tiene otra vivienda en la colonia; ahí muestra que las paredes que le pintaron ya se están descarapelando porque no enjarraron.

“No me gusta que me vean la cara de tonto”, dice. “No han hecho lo que dicen que han hecho. Residentes son pocos. Son muchas casas abandonadas, se fueron por cinco, seis años y ya tienen vida en otros lados”, platica.

Respalda los que otros vecinos platican: la mayoría no quiere regresar a la colonia. “Ya tienen sus costumbres hechas en otro lado. Están rentando, prestando las casas”, reconoce.

Casa incompleta. Estela Aguilera también vive de la renta. “Me dijeron que viniera, que me iban a poner baño, techos”, recuerda Estela, una desplazada por la violencia. Dejó su casa de renta al oriente de la ciudad y retornó a Nuevo México pero nunca le pusieron resumidero. “¿De qué sirve”, a mí me dializan...”, explica.

Estela tuvo que rentar una casa en la colonia, porque la suya fue oficialmente entregada en la primera etapa de rehabilitación, pero aún no está en condiciones de ser habitada. De eso hace dos años.

“Siguen muchas casas solas, otras de ‘a tiro’ caídas. Hay muchas solas sin que nadie se quiera ir a vivir ahí y las andan rentando”, remarca.

—¿Cuánto paga de renta?

—Pago 600 pesos, otras las andan rentando en 900. Dicen que mi casa me la van a entregar bien pero no me dicen cuándo.

—¿Qué fue lo que le hicieron?

—Nada más pintaron y le pusieron taza sin resumidero, sin agua.

En su casa viven 11 personas. Espera la tercera etapa de rehabilitación porque ya no tiene a dónde ir.

Antonio López, del comité de recolonización, asegura que a muchas casas les echaron planilla, enjarres y enyesados, a algunas les pusieron puertas y a otras ventanas. “Depende de la necesidad de la casa y la familia es lo que hicieron”, asegura.

López subraya que ya pueden regresar a sus casas quienes habitaban la colonia, pero insiste en que la mayoría aún siente miedo. “Hay renuencia a que se integren al tejido social”, recalca; sin embargo, aún no hay fecha para una tercera etapa.

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