Son las 6:30 de la mañana en Ciudad Madero, Tamaulipas, y cientos de mujeres y hombres enfundados en overoles de distintos colores comienzan a recorrer la avenida Álvaro Obregón para buscar los distintos accesos de la Refinería Madero de Petróleos Mexicanos (Pemex); unos ingresan, otros se detienen en los improvisados puestos que hay en la calle y compran algo para desayunar, algunos sólo se plantan frente a las puertas del complejo industrial de casi 200 hectáreas y ahí esperan...
Practican la paciencia durante horas, hasta pasado el mediodía. Están esperando que salga alguien conocido que les pueda dar un empleo temporal en las empresas contratadas por Pemex para llevar a cabo algunos trabajos.
A un costado de la puerta 3, Víctor Hugo y Alberto están sentados sobre una pequeña loza de concreto, ambos son oficiales fierreros, cada uno tiene más de 15 años de experiencia y han trabajado en plataformas y astilleros, pero desde hace meses que terminó su contrato en el Proyecto Dupont en el puerto de Altamira, no han logrado conseguir otro empleo.
“Dicen que está todo parado porque el gobierno ya no suelta dinero y por las políticas, y pues aquí está uno aguantando a que salga algo; mientras se vive del ahorro y se estira la feria, a veces uno se ahorra hasta la comida procurando que en casa no falte”, dice Víctor Hugo.
Poco a poco comienzan a llegar más personas hasta formar un grupo de aproximadamente 50, todas esperan una oportunidad de trabajo, son andamieros, soldadores, pintores, maniobristas; la mayoría tienen vigentes las credenciales expedidas por Pemex y la Cámara Mexicana de la Industria de la Construcción que acreditan su capacitación, otros no han podido renovarlas porque no tienen los mil pesos necesarios para hacerlo, todos llevan meses sin trabajo.
Daniel es pintor y asegura que desde hace aproximadamente un año están así, pero cuando sale un trabajo es mal pagado: “Agarran ayudantes no muy capacitados o que traen de otras partes del país para que trabajen por menos dinero, quieren que una persona haga el trabajo de dos o tres y muchos por la necesidad lo agarran; te quieren pagar mil 400 por semana, que es lo que gana un ayudante, o a un andamiero que debe ganar unos 4 mil, le quieren pagar 2 mil”.
Detrás de él los demás asienten con la cabeza y comienzan a desgranar los agravios que se suman al desempleo: “te dan seguro pero no te dan liquidación y no puedes subsistir así mientras agarras otro proyecto (…) Todos los días hay que estar pegados aquí a ver qué sale (…) El sindicato no hace nada, nomás cobran la cuota (…) Los niños piden comida y ahí es donde uno dice: ¿cómo le voy a hacer? (…) En cuarenta años de experiencia, ésta es la peor época (…)”.
¿Y cómo le están haciendo para sobrevivir?
—Las esposas son las que hacen al hogar fuerte –dice Daniel.
En la explanada de la puerta 1, unos 200 trabajadores eventuales con uniforme de Pemex esperan escuchar su nombre en el altavoz; ahí nadie quiere hablar de la situación, temen dar motivos para que no los contraten: “la verdad no, sí está fea la cosa, pero aquí no podemos decir nada”, señalan dos mujeres que han trabajado casi 30 años en la paraestatal y ahora están sin empleo.
Una crisis general
Sobre la calle Tinaco, antes de llegar al embarcadero, un vestido de novia cuelga de una reja, está junto a otras prendas usadas que Esteban Martínez ha colectado para vender; hace año y medio dejó de trabajar en las compañías y se dedica a comerciar con lo que puede por las orillas del río Pánuco.
“La gente pos ya no tenemos dinero como antes, tenemos que salir a buscar a las calles, a recoger lo que uno necesita, porque las compañías ya no están funcionando; yo ganaba por semana 3 mil pesos, 3 mil 500 y ahorita apenas junto 600 o mil pesos pa’ pagar la renta (...) Somos 11, vivo con mi madre y hermanos porque ahorita para vivir una familia sola no la hace, ya nos unimos, pagamos la renta y ya no nos pesa mucho el gasto”, relata.
Según datos de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo, durante el segundo trimestre de 2016 en Tamaulipas había más de 74 mil personas desocupadas; de ellas, más de 32 mil reportaron haber perdido su empleo y casi 4 mil tuvieron que cerrar sus negocios.
Los números coinciden con los reportados por la Cámara Nacional de Comercio (Canaco), la Cámara Nacional de la Industria de la Transformación (Canacintra) y de la Cámara Nacional de la Industria de Restaurantes y Alimentos Condimentados, que indican que durante el último año en la región de Altamira, Tampico y Ciudad Madero se han perdido al menos 3 mil 500 empleos relacionados directa o indirectamente con la industria petrolera.
Marco Antonio Cortés Salazar, presidente de la Canaco en Ciudad Madero, sostiene que la actual crisis, causada por la caída de los precios del petróleo, se agravó a partir del segundo semestre de 2015, cuando comenzó a sentirse la falta de liquidez.
“Es toda la industria que se relaciona con el petróleo, hay muchos afiliados de la Canaco que son proveedores de estas empresas que se han visto afectadas por falta de pagos y aunque por ahí de marzo Pemex anunció que solicitaría un préstamo para pagar a las compañías y que éstas a su vez pagaran a los proveedores, la verdad no se sintió ningún alivio”, indica.
Calcula que, tan sólo en Ciudad Madero, los adeudos de Pemex y las empresas con los agremiados de Canaco superan los 200 millones de pesos y hay cuentas sin saldar desde 2014.
Por su parte, Rosa María López Pérez, Vicepresidenta de Canirac en la delegación de la Comisión Ejecutiva Nacional, indicó que este sector ha resentido la crisis petrolera por dos vías: están desapareciendo los servicios de comedores de las empresas que trabajaban para Pemex y la falta de liquidez provoca una baja en las ventas de los restaurantes.
Las enseñanzas de la historia
Marco Antonio Flores Torres revisa algunos volúmenes en la biblioteca del ayuntamiento de Tampico, es su cronista vitalicio y recuerda que esta ciudad tiene al menos mil 500 años de existencia, siempre vinculada al petróleo, aunque el primer auge llegó en el siglo XX.
“En 1914 los ingleses llegan a Tampico con la compañía El Águila y abren una refinería —que hoy es la refinería Madero—, Tampico se vuelve casi una colonia inglesa, surge un boom económico y llegó a considerarse el primer productor de petróleo del mundo, tanto que se puede decir que los ingleses pudieron soportar la primera guerra mundial por el petróleo que obtuvieron aquí y que, tras la revolución, México se reconstruyó con el dinero que salió de aquí”.
Junto con el petróleo surgió una fuerte organización sindical que desde entonces fue vinculándose al poder político: Tampico fue por muchos años la sede del Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana.
A mediados del siglo XX la baja producción y los descubrimientos de grandes yacimientos en Venezuela provocaron una primera debacle en la zona, recuerda el historiador.
Pero la crisis actual remite a otra mucho más cercana: la de 1989, que fue derivada del arresto de Joaquín Hernández Galicia, La Quina, el poderoso líder sindical que durante tres décadas impuso una especie de protectorado en la región y bloqueó a las grandes cadenas comerciales.
Uno de sus hijos, Joaquín Antonio Hernández Correa, actual diputado electo en el Distrito 20 de Tamaulipas, recuerda el arresto de su padre —ocurrido el 10 de enero de 1989 por los delitos de homicidio calificado y acopio de armas— como una venganza política del ex presidente Carlos Salinas de Gortari y el inicio de la privatización de Pemex.
“Finalmente mi padre pasó nueve años en la cárcel de los 35 que le dictaron, salió el 16 de diciembre de 1997; pero con eso Salinas da pauta a dividir Pemex en diversas filiales y se privatiza la exploración y la perforación, se da pauta a que se privatice la petroquímica secundaria y hoy, con la reforma energética se consuman la privatización y tenemos un censo que nos indica que por cada petrolero que corren, cinco familia se ven afectadas”, señala.
Según sus cálculos, el poder económico del sindicato que manejó su padre era tal que, incluso, cuando el ex presidente Miguel de la Madrid redujo el presupuesto para el mantenimiento de las plantas, los trabajadores aportaron para hacer las labores pertinentes; pero ese dinero —asegura— servía también para producir alimentos y artículos básicos de bajo costo que se distribuían a través de las tiendas de consumo de Pemex.
Todo aquello acabó con el encarcelamiento del líder sindical y durante un año hubo paros laborales y manifestaciones contra los nuevos dirigentes del sindicato.
López Pérez recuerda aquella época como una crisis muy fuerte que dejó una lección: no se puede depender sólo del petróleo.
“Empezamos a trabajar en construir otras opciones adicionales al petróleo, y aunque sí hubo mucho auge después cuando las cosas se recompusieron, aprendimos que no tenemos que esperar que Pemex esté bien para tener otros ingresos; así empezamos con el proyecto de playa Miramar y el puerto industrial”, dice.
Esta diversificación les ha permitido sortear de mejor manera la actual recesión económica, sin embargo, considera que esta crisis es mucho peor que la del 89 por dos razones: ha sido más larga y confluye con el grave problema de inseguridad por el que atraviesa Tamaulipas desde hace varios años.
En la barra de Las Glorias de Baco, la cantina más antigua de la ciudad (funciona desde 1895) un par de hombres con overoles de Pemex toman cerveza, pasan de las 19:00 horas y han terminado su turno; uno de ellos, Abelardo, insiste en que no todo es violencia en Tamaulipas, pero cuando se le pregunta por la situación del petróleo da otro trago a su cerveza y sostiene que la reforma energética es un golpe muy fuerte.
“Están despidiendo gente y esa no es la solución, quieren cuidar los pesos pero gastan millones en cosas que no sirven, están matando a la gallina de los huevos de oro; es como si tuvieras un BMW o un Bentley y no le das mantenimiento, tenemos la mejor infraestructura, pero no se invierte en seguridad por los malos manejos, ya viste lo que pasó en Pajaritos”, dice antes de vaciar la botella.