El pintor chiapaneco  Manuel Suasnávar  presentó anoche en el Palacio de Bellas Artes de la  Ciudad de México  el libro  “Suasnávar. 50 años en la pintura de caballete”,  una obra que muestra la trayectoria y las etapas de su estilos,  técnicas, conceptos y emotividades del artista.

Acompañaron al pintor en la presentación del volumen, que  integra imágenes de cuadros creados entre 1978 y 2015,  el poeta Óscar Oliva,  Blanca Garduño y  Zóe Robledo Aburto.

En el arte pictórico   de Suasnávar conviven motivos locales en búsqueda permanente de universalidad insertos en la vitalidad y las realidades del Chiapas contemporáneo, en medio de “circunstancias  infaustas, pero también  gozosas no siempre justas, ni libres, pero coloridas, alegres y sabrosas”.

El artista resume su obra como   un autorretrato que plasma su creatividad  y su convivencia. En el arte no se  puede ser de otro modo ni mentir; cuando un artista miente  se revela y  evidencia. El  arte es radiografía,  “un desnudo del creador”, sostuvo.

Así que si el arte no surge  de  la honradez profunda, si no hay la convicción  de lo que se hace, el artista cae, se pierde en el anonimato “como ha  habido tantos  que desaparecen de un día para otro”, señaló el maestro egresado de la Escuela de  Artes Plásticas de la UNAM.

El arte no le compete al gobierno, aseguro. Son los pueblos lo que lo crean; con apoyo o no del gobierno, y a pesar de éste, la creación pictórica no se detiene, aunque tampoco se puede inducir. “No se puede fabricar un artista, si eso ocurriera a los ocho días se derrumba y cae”, ejemplificó.

En esta realidad, Chiapas, dijo,  es  una sociedad de contrastes en medio de “circunstancias infaustas y gozosas. Bebemos todos los días del tarro  de  su cultura que es controversial, pero  también  sabrosa, alegre, colorida,  bella, no siempre libre ni justa”.

En la obra del chiapaneco  cohabitan universos de colores, surgidos de  ambientes, evocaciones, personajes y entornos  que buscan la universalidad con el influjo de sus raíces  locales.

A decir del maestro de la  plástica, la historia humana es la misma en cualquier latitud, de ahí que el reto  sea el retorno a los orígenes: volver al pueblo para descubrir la historia de los otros, aseveró.

Esta concepción creativa lo hizo comprender la necesidad de desarrollar un lenguaje pictórico  chiapaneco, mediante trazos y policromías que resaltan los fulgores  selváticos, con sus ríos, comunidades, aves multicolores,  el emblemático jaguar y el tapir.

En sus cuadros perviven también  la marimba, la danza de Las Chiapanecs, Los Parachicos y los paisajes oníricos recreados con la potencia y diversidad de sus pinceladas.

En los contextos actuales de violencia y reclamos,  Manuel Suasnávar  puntualiza que el arte contribuye a una mejor compresión de la realidad no siempre placentera, sino muchas veces dramáticas.

No se puede afirmar que todo está perfectamente equilibrado dentro del fenómeno artístico. No es así “las  artes también sufren lo que sufre la  sociedad y gozan lo que goza la sociedad en su conjunto”.

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