El 11 de junio pasado, Juan Carlos Anguiano Vázquez fue asesinado de 12 balazos al salir de un antro en la zona de hospitales de la capital. El joven tenía 27 años de edad. Había egresado apenas hace unos años de la carrera de Ingeniería Química, puso su comercializadora; le estaba yendo bien, hasta que fue blanco de la delincuencia. Lo mataron porque se negó a ser secuestrado.

Su mamá, Jacqueline Vázquez, defensora en la Comisión de los Derechos Humanos del Estado de Guerrero (Coddehum), dice que nadie está exento de ser víctima del crimen, pero los jóvenes viven mayor vulnerabilidad; además, son señalados si su muerte ocurrió cuando se estaban divirtiendo, como su hijo. “La gente es muy cruel, el propio presidente municipal [Marco Leyva] declaró que eso les pasa a los involucrados”.

Su hijo se negaba a someterse, cuenta Jacqueline que le decía: “¿Pero por qué no voy a salir, mamá?, No le hago nada a nadie, tampoco mis amigos. Nos vamos a bailar, a divertir”, comenta que aunque le daba temor cuando su hijo salía a algún antro, su deducción le parecía lógica, porque se trataba de esparcimiento. Después de una semana de trabajo la gente quiere descansar un poco, distraerse o sólo ir a bailar.

Ese día Juan Carlos ni siquiera ingirió alcohol porque tomaba medicamento. Lo que más circuló en las redes sociales de él no fueron sus fotos jugando squash ni tenis ni frontenis como acostumbraba, sino las imágenes de él tomadas por peritos del Ministerio Público abajo del antro donde fue asesinado, mismas que pasaron a varios portales de noticias y a los periódicos, a quienes Jacqueline piensa demandar, comparte, porque le ocasionaron un doble golpe.

Vulnerables

En Chilpancingo, la Secretaría de Seguridad Pública no tiene el dato de cuántos jóvenes mueren por la violencia, pues hace el recuento por genero no por edades, sin embargo, la Fiscalía General del Estado reconoce que el mayor número de homicidios dolosos ocurre entre jóvenes de 18 a 30 años de edad.

Ser joven en tiempos de violencia en Guerrero es complicado, admite el director del Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Chilpancingo, José Luis Morales Lucas, cuyo plantel atiende a más de 2 mil 700 jóvenes de entre 17 y 30 años de edad que estudian principalmente ingenierías.

En su plantel se destina al menos 20% de las aportaciones de la comunidad estudiantil en seguridad, monto que —dice— debería servir para programas en beneficio de los estudiantes. En la puerta del instituto hay un moño negro al igual que en la dirección, en memoria del maestro José María, asesinado el 19 de agosto a la salida de su casa.

El director asegura que en tres ocasiones en los últimos tres años han sufrido secuestros y reconoce que han sido asesinados en lo que lleva al frente del plantel, al menos seis muchachos, presuntamente en hechos relacionados con la delincuencia. La Federación no destina una cantidad para contratar seguridad privada, y aun con el esfuerzo no logran que sirvan todas las cámaras de seguridad.

El rector de la Universidad Autónoma de Guerrero (UAGro), Javier Saldaña Almazán, ha admitido que los jóvenes de la capital padecen los estragos de la delincuencia organizada, no sólo siendo víctimas de secuestros, sino que son proclives a que esas bandas los recluten; incluso, el crimen ya ha obligado a algunos a vender droga, sobre todo en regiones como Tierra Caliente.

En Chilpancingo, las preparatorias 1 y 9 están resguardadas en los horarios de entrada y salida, así como durante algunos lapsos del día, por efectivos de la Fuerza estatal.

Martín, como prefiere que le llamen, estudia en la Preparatoria 1 de la UAGro, y ve de cerca cómo está todo descompuesto. Su plantel se ubica sobre la avenida Juárez, a pocos metros del centro de capitalino y la Alameda, “lo más grave no es que te drogues, ya eso es otra cosa, nos da un poco de miedo conocer a los que la venden, pero no podemos hacer más que seguir viniendo a la escuela”.

De esos temas prefiere no opinar, pero considera que les hacen falta talleres para enfocar sus energías en eso. El rector ha pedido el apoyo de la Fuerza Estatal para el resguardo de planteles, sobre todo en Acapulco y en lugares de la Tierra Caliente, como Ciudad Altamirano, donde tienen denuncias directas del acoso de los grupos con maestros y estudiantes.

Alumnos se dan de baja temporal

José Luis Morales asegura que ha habido varias solicitudes de bajas temporales, sobre todo en 2015 y 2014 de jóvenes que fueron secuestrados, pero para no perder su lugar sus papás van a hacer ese trámite a la escuela.

Dice que desde 2014 han recibido de tres a cuatro solicitudes al año, pidiéndoles el cambio a otro instituto fuera de Guerrero. Y de cambio de la Tierra Caliente a Chilpancingo llegaron 12 casos.

Tras el homicidio del maestro “trata uno de blindarse, pero estas cosas afectan a uno sicológicamente, entra uno en situación de pánico. Vigilas que no haya gente sospechosa, si hay otro tipo de vehículo, entra uno en una sicosis”.

A pesar de que el plantel está a pocos metros del Palacio de Gobierno, donde se concentran la mayor cantidad de oficinas en el sector central, no hay vigilancia, apenas el municipio —luego de los hechos— los apoya con una patrulla que cuide en horas de entrada y salida la escuela. Han denunciado asaltos a metros del plantel y que varios asesinatos ocurren muy cerca sin que cambien las cosas.

Cerca del Tecnológico, hay una tienda de armamento y equipo táctico, a la cual tiene acceso todo el mundo. “Estamos inmersos en la espiral de violencia y toca a las autoridades plantearse estrategias efectivas para combatir al crimen”.

Del presupuesto general del gobierno del estado 49 mil 246 millones de pesos, a la Secretaría de la Juventud y Niñez le corresponde sólo 22 millones. Tampoco tiene un programa destinado hacia los jóvenes que tenga en ángulo de atacar el acecho del narcotráfico.

Según el Censo de Población y Vivienda realizado por el Inegi, en Chilpancingo hay casi 190 mil habitantes, de los cuales casi 51 mil son jóvenes de 12 a 24 años; los jóvenes de 18 a 24 años de edad son 28 mil 76; es decir, casi un tercio de la población.

Jacqueline Vázquez asegura que en Chilpancingo los muchachos no tienen muchas opciones, no hay fuentes de empleo, y tampoco justicia, en el caso de su hijo lleva tres meses esperando algún avance de la Fiscalía, sólo en el anonimato de una cartulina presuntamente del crimen se enteró que Juan Carlos está muerto porque no quiso ser plagiado. Se quedaron allí sus sueños y más campeonatos de squash por ganar, mucha gente que acompañó al joven carismático de ojos claros y lo homenajeó en su sepelio.

En Chilpancingo hay un solo parque donde los jóvenes pueden bailar hip-hop o jugar con patinetas, el Benito Juárez. Apenas el domingo un grupo de bailarines de brakedance practicaba a un lado de la catedral de Santamaría de la Asunción, a falta de lugares.

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