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Madrid.— La Madre Teresa de Calcuta, quien será canonizada mañana, representa para la Iglesia católica un tesoro. Además de su imagen de esperanza y transparencia, es la primera “santa global” gracias a su alcance internacional. Su biografía, Camino de sencillez, es un best seller; su funeral se convirtió en un acontecimiento televisado en medio mundo y la han elogiado desde el papa Juan Pablo II hasta Dominique Lapierre, escritor francés, o Mary Ann Glendon, catedrática de Harvard, por citar figuras de ámbitos diversos.
“La Madre Teresa se convirtió en un nombre familiar en el mundo porque Dios necesitaba un testigo”, explica desde Los Ángeles David Scott, uno de los especialistas en su obra: “Dios necesitaba mandar una señal de que seguía en la Tierra y la esperanza crece como una semilla entre las tristes contingencias de nuestros días. Para continuar con esa tarea, ella se volvió en transparente. Podíamos ver a través de ella a Jesús”.
Pero sus detractores niegan precisamente esos dos valores asociados a su imagen: ni transparencia ni esperanza, dicen. Frente a los que consideran su legado como un homenaje a los valores profundos del cristianismo, los críticos ven en ella “una mujer oscurantista y servidora de los poderes terrenales”, así la definió Cristopher Hitchens, tal vez el más feroz de sus rivales.
“La imagen de la Madre Teresa como salvadora de los pobres es falsa”, abunda Aroup Chatterjee en una conversación telefónica. Chatterjee, de 58 años, es un médico indio cuyas investigaciones sobre las finanzas y prácticas de la orden de la Madre Teresa lo llevaron a obrar como testigo contrario en el proceso de beatificación. “Hablé con el Vaticano y pasé un día entero testificando. Dejé claro que, aunque la Iglesia haya tenido muchos santos dudosos, la Madre Teresa va demasiado lejos. No cumple los requisitos morales ni los de procedimiento, con ese primer milagro dudoso”, cuenta en referencia a la sanación, en 1998, de Mónica Bersa. El marido de ésta aseguró que la sanación se debió al tratamiento médico y no a la mediación de la Madre Teresa.
Según Chatterjee, gracias a la popularidad de la Madre Teresa la orden de la religiosa (las Misioneras de la Caridad) acumuló muchas donaciones, “pero su concepción teológica era medieval: pensaba que el sufrimiento era una herramienta espiritual, así que hacía cosas como reutilizar agujas, cuando no era necesario, porque tenía dinero”. Chatterjee se ha convertido en portavoz de quienes consideran la beatificación una operación de mercadotecnia en tiempos de zozobra para la Iglesia.
Por eso defiende que ni Calcuta fue nunca una ciudad tan miserable como presentaba la religiosa, ni las misioneras tenían un papel relevante allí: “Había organizaciones caritativas más importantes”. También cree que los plazos para la beatificación se aceleraron mediante dispendios vaticanos. Normalmente tienen que pasar cinco años antes de que se inicie el proceso de beatificación de alguien. En el caso de la Madre Teresa, quien murió en 1997, se iniciaron dos años después.
Pero las críticas más graves rebasan lo burocrático. Investigadores de la revista alemana Stern documentaron que la Madre Teresa no usó la mayor parte del dinero de las donaciones para reducir la pobreza, sino para labor misionera. Y el otro abogado del diablo de la Madre Teresa, el periodista Christo-
pher Hitchens, fallecido en 2011, la acusó de predicar el conformismo, y denostó su oposición a toda herramienta de control de natalidad y salud sexual. También ha sido fuertemente cuestionada su férreo rechazo al aborto.
El doctor Robin Fox, editor de la prestigiosa revista médica The Lancet, tras su visita a los centros de ayuda de la congregación de la Madre Teresa en Calcuta, en 1994, constató que a los pacientes no se les diagnostican las enfermedades ni se les administran analgésicos eficientes. La Madre Teresa “confía más en la Providencia que en la medicina”, escribió Fox.
La relación con personajes de dudosa catadura es otro vector de polémica. Después de que la primera ministra india Indira Gandhi, cercana a su obra, suprimiera las libertades civiles en 1975, la Madre Teresa declaró que “la gente es más feliz así. Hay más trabajos, y se acabaron las huelgas”. En 1981 la Madre voló a Haití para aceptar la Legión de Honor de manos del dictador y cleptócrata Jean-Claude Duvalier y lo elogió por su bondad con los pobres.
Sus defensores reclaman el carácter complejo de la Madre Teresa como parte fundamental de su relato de santidad: un ser humano intentando trascender en el más complejo de los mundos.
David Scott, autor de El amor que hizo a la Madre Teresa (Sophia Institute Press, 2014), estudió la correspondencia entre la religiosa y su consejero espiritual, conocida al principio de su proceso de santificación. Estas cartas revelan las dudas espirituales que la persiguieron 40 años, lo que ella denominó “la oscura noche” de su alma. Sobre esa experiencia, Scott dice: “En la oscura noche de la Madre Teresa podemos escuchar la angustia del siglo que le tocó vivir: la desolación de los pobres, el grito de los niños no deseados, de los ateos, de todos aquellos incapaces de murmurar un rezo o sentir el amor. Era como si ella estuviera soportando sus sufrimientos. Y esto también parecía una forma de compartir el dolor de Cristo”.
La Madre Teresa, quien obtuvo en 1979 el Premio Nobel de la Paz, será canonizada mañana en una ceremonia a la que se prevé que asistan unas 100 mil personas y que será vigilada por unos 3 mil agentes, en un Vaticano “blindado”. Pero la polémica seguirá mucho después de esa fecha.