Chihuahua.— “Mis hijos son buenos y obedientes, él no pudo haber sido, seguro sólo ayudó al otro niño”, para la señora Gloria Moreno la vida se le fue en una tarde: su pequeña Paola, de tan sólo 10 años, fue salvajemente asesinada por su hermanito, Antonio, de 12 años, ayudado por su amigo Vivian, de 14.

Todo ocurrió en la comunidad de El Terrero, municipio de Namiquipa, una zona de vasta tradición en el narcotráfico, ahí se cosecha marihuana y amapola desde hace décadas.

La familia Cortines es de origen indígena, llegaron hasta ahí para trabajar en huertas manzaneras, tanto el padre y la madre lo hacen desde que sale el sol hasta que se oculta, mientras sus hijos —una escalera de niños y niñas— se quedaban solos bajo el cuidado del mayor de ellos, precisamente Antonio.

El pequeño tenía la responsabilidad de velar por Ana, de 8 años; Leticia, de 2; Sandra, de 3; Gilberto, de uno, y Paola.

De acuerdo con datos proporcionados por la Fiscalía Estatal, la niña, su hermano y el amigo estuvieron jugando el viernes por la mañana; después de la hora de comida Antonio y Vivian estaban construyendo una casa de madera, con tablas y troncos que abundan en esa región.

Al parecer, Paola, quien cursaría el cuarto grado en el siguiente ciclo escolar, derribó parte de la choza y su pariente le reclamó, un pleito de hermanos, como los que ocurren en cualquier familia; luego llegaron los empujones y los golpes. En su primera declaración, Vivian aseguró que él no tomó parte de lo ocurrido, que se hizo a un lado y los dejó pelear.

Una versión no confirmada por las autoridades indica que los dos varones habían consumido marihuana ese día.

En un arranque de ira, Antonio derribó a su hermanita —sueperada en tamaño y fuerza—, la ató del cuello con un cable y la colgó de un árbol hasta que perdió la vida. Los hermanitos pequeños miraron todo desde el comienzo hasta que el frágil cuello no soportó la presión y casi sin oponer resistencia Paola dejó de existir.

Tras unos instantes suspendido, el cuerpo se vino abajo. Anita con sus 8 años, como pudo lo arrastró hasta el interior de la casa y lo subió a una cama. Aun en su inocencia salió de la humilde vivienda a pedir auxilio a unos policías rurales, quienes tras verificar lo ocurrido detuvieron a los dos niños y fueron a la huerta a enterar a los padres de la tragedia.

La fiscalía informó que Antonio, por su edad, no puede ser procesado penalmente, por lo que fue internado en el DIF. Sus padres permitieron que fuera recluido en un centro de rehabilitación para recibir terapia sicológica y al parecer un tratamiento de desintoxicación.

Mientras que Vivian fue turnado ante un juez especializado en adolescentes infractores, quien evaluará si su narración de los hechos corresponde con la realidad y de verdad sólo fue cómplice por omisión. De ser así se le dictaría una pena de uno a tres años de internamiento. De lo contrario, lo más que pasaría tras las rejas son cuatro años, es decir, hasta que alcance la mayoría de edad.

El caso conmocionó a toda la entidad, al principio las autoridades informaron del deceso y se pensaba que había sido un accidente mientras jugaban, pero hasta que se supo cómo ocurrió todo se generalizó el miedo en miles de chihuahuenses al recordar que este crimen guarda similitudes con el del niño Cristopher, de seis años, quien murió asesinado hace un año cuando varios niños lo torturaron hasta la muerte al recrear un secuestro.

En su pobreza e ignorancia, los Cortines aún deben esperar si el ministerio público les finca cargos por omisión de cuidados y dejar a Antonio al cuidado de sus hermanos. El cuerpo de Paola les fue entregado el sábado por la mañana, le celebraron una misa, y sin velarla la sepultaron en el panteón de El Terrero.

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