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“La única condición que le puse para dejarlo entrenar box es que nunca fuera a pelear. No le di permiso, pero no me hizo caso y a los seis meses ya estaba en un torneo nacional”, dice orgullosa y fascinada la mamá de Misael Rodríguez ante los recientes logros olímpicos de su hijo.
Recuerda que cuando el joven púgil apenas tenía 15 años le permitió ir a entrenar, siempre y cuando lo hiciera sólo como acondicionamiento físico. Ella tenía miedo que lo fueran a golpear, pero a pesar de ser un muchacho obediente —según su madre— optó por “ponerse los guantes” y así inicio la carrera que hoy lo puede llevar a una medalla de oro en los juegos Olímpicos de Río 2016.
Nacido en Ciénega de Ceniceros, un pequeño pueblo de apenas 300 habitantes, Misael El Chino Rodríguez es el tercer hijo de cuatro. Su padre murió en un accidente cuando él tenía cinco años y desde entonces su madre, Aurelia Olivas, se dedicó con mucho esfuerzo a sacarlos adelante.
El box le llegó casi por casualidad, relata su madre. En realidad el deporte favorito de Misael Uziel era el futbol, sin embargo, decepcionado por la falta de interés en ganar de sus compañeros de equipo decidió dejarlo, ya que él entrenaba muy duro y no soportaba que los demás no lo hicieran. “Se la pasaba todo el día viendo tele, así que lo regañé y le dije que hiciera algo de provecho, en unos días llegó diciendo que iba a entrenar box”.
Era el 2009, hace apenas siete años. El Chino, quien es primo de Yair Rodríguez, el primer peleador mexicano en encabezar una función estelar de la UFC y una de las promesas más importantes de esa liga, nunca permitió que su madre asistiera a sus peleas.
“Decía que yo no fuera porque se iba a poner muy nerviosa. Me platicaban que lo hacía muy bien, yo no creía que ese mocoso que apenas empezaba fuera bueno. A la primer pelea que lo fui a ver le grite y grite echándole porras, lo distraje y le quebraron la nariz”, narra entre risas la señora Olivas.
Desde entonces, nunca volvió a una arena a verlo, incluso el futuro medallista le pidió que no viajara a Río a apoyarlo. “No quiso, porque siente que va a estar más preocupado por mí que por concentrarse, que no va a estar a gusto sin que nos veamos y sin poder cuidarme”.
Misael siempre fue un joven popular, sin embargo, esta semana sin duda se ha convertido en toda una celebridad en Parral, ciudad mediana al sur del estado de Chihuahua, al grado que el teléfono de los Rodríguez no deja de sonar todo el día para recibir felicitaciones, y más de una chica en redes sociales le pide a doña Aurelia “que sea su suegra”.
Ella lo toma como broma y confiesa que está muy orgullosa de la actual novia de su hijo, la también deportista olímpica Tamara Vega, quien participa en el pentatlón moderno y representa a nuestro país en Río 2016.
“Yo le digo que la carrera de boxeador es muy corta, que tiene que pensar en su futuro. Él me prometió que después de las olimpiadas entrará a la universidad, quiere ser ingeniero civil, es un buen muchacho”, finalizó su madre.
Los primeros pasos de Misael como boxeador fueron en el gimnasio municipal de Parral, sin embargo, el ayuntamiento decidió terminar con el apoyo a esa disciplina, así que el entrenador y sus pupilos tuvieron que hacer el esfuerzo para acondicionar un —entonces— improvisado centro de entrenamiento.
“Un día sin darnos explicaciones nos dijeron que ya no podíamos entrenar ahí en el gimnasio municipal, no querían ni darnos el equipo, pensaban que era del municipio, les tuve que explicar que todo era mio y yo se los prestaba a los muchachos para que entrenaran”, recuerda el preparador.
Fue así que el manager Rubén Castrejón, el Chino Rodríguez, y otros adolescentes con muy poca infraestructura pero con mucho corazón comenzaron a entrenar de forma independiente, sin tener apoyos de alguna autoridad.
“Era un joven muy inquieto. En una semana supe que tenía mucho talento”, recuerda Castrejón, orgulloso de ver que su alumno ahora es uno de los mejores del mundo en su disciplina.
Con doce años como entrenador, precisa que tuvo el gusto de guiar a Rodríguez hasta 2013, cuando éste tuvo que dejar Parral para irse a radicar a los E stados Unidos en busca de una preparación más intensa, y de ahí, ser llamado a representar a México en las competencias internacionales.
“Misael ha logrado una de sus metas, que no termina ahí, pero estamos muy contentos por él. Era un chavo al que todo se le hacía fácil, aquí empezó desde cero a los 15 años, desde decirle como pararse, como tirar, como caminar, todo lo que un boxeador necesita”, relata entre las peras, costales y pesas de la sencilla escuela de box, ubicada en un viejo local con techo de lámina y madera, con paredes despintadas por el tiempo, situada en la zona centro de la ciudad.
“Siempre se le vieron las ganas, era muy exigente y siempre quería más”, finalizó.