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Xaltepec.— Anis Domíngues Dolores tenía 15 años cuando tuvo a su primer hijo. Le puso Tony Jhustin y es hijo de Crecencio Pérez. El nene murió el sábado a los tres años de edad en un remolino de lodo dentro de la casa del abuelo.
Rodeada de sus familiares, la mayoría campesinos que hablan español y náhuatl, recordó los sueños que el niño le contaba. “En la graduación de fin de año escolar mi niño vestía de traje y me decía: ‘Mamá, yo voy a ser licenciado, voy a cargar puros papeles’”. Eso sucedió hace unas semanas antes de salir de vacaciones.
“Mi niño era inteligente, hablaba bien, me decía: ‘Yo quiero yogur, quiero leche, mami’. Como su papá está enfermo yo voy a trabajar para que no les falte nada a mis niños. Vendo lonches, de ocho dobladitas en el mercado”, relató mientras la calle se llenaba de gente para acompañarla al panteón. A Tony le gustaba la escuela, hacía sus tareas y se portaba bien.
Su féretro era blanco y tan pequeño que un hombre lo cargó por la calle bajo el brazo.
“Con él ya son dos que pierdo, cuando tenía 15 años tuve a Tony, y hace dos años tuve al segundo, pero lo perdí a los siete meses de embarazo (...). Ahorita ya no me siento fuerte, Dios quiso llevárselos….”, un grito de dolor interrumpió sus palabras.
“El sábado estábamos, sentados en la cama cuando la losa tronó y cayó sobre nosotros…, los niños quedaron abajo, se metió el agua, lodo, palos, todo. En la recámara había un remolino de agua. Mi hijo me decía: ‘Mami, ayúdame’, ¿pero cómo te voy a ayudar si no me puedo mover?, le contesté. Quedamos debajo de la losa y el lodo nos apretaba, un cable de luz me pegó en la pierna y me daba toques, todavía me duele, mi hijo movía sus piecitos y lo oí que dijo fue: “Señor, perdóname si me porté mal’”.