Oaxaca.— “Más que cinco minutos de fama, fueron cinco minutos de desprecio”. Octavio Estrada Martínez resume de esta manera lo que ha vivido a partir de que fue noticia por negarse a dejar de dar clases y rechazar participar en el paro de labores, como acordó la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE).
Desde entonces recibió amenazas, el rechazo y el desprecio del resto de profesores que son sus compañeros en la primaria Leona Vicario, donde imparte clases al grupo de sexto grado.
Ha perdido también la posibilidad de continuar viviendo con su hija, por las amenazas, aunque el gobierno le asignó un policía para su seguridad.
Octavio Estrada nació en la Ciudad de México en 1967. Cuando tenía 10 años, sus padres decidieron regresar a Oaxaca. Estudió para ser profesor en el Centro Regional de Educación Normal de Oaxaca y también una licenciatura en Derecho.
Tiene ocho hermanos, todos profesionistas. “Mi madre nos dijo que no nos podía heredar bienes, que lo único que podía dejarnos era estudio. Ella se sacrificó mucho para darnos estudios”.
El profesor actualmente vive en una reducida casa de interés social en el fraccionamiento Álamos, en la ciudad de Oaxaca.
A mediados de mayo fue noticia nacional porque continuó dando clases afuera de una escuela cerrada con candados, contra lo acordado por la CNTE.
El 18 de mayo dijo a EL UNIVERSAL: “Prefiero tener esa fama de traidor a la Sección 22, a que me vuelvan a decir ‘maestro flojo’, ‘maestro huevón’”.
Su decisión fue considerada por sus compañeros como traición al movimiento magisterial y un acto de “charrismo”. Los padres de familia, en cambio, le pidieron que siguiera dando clases.
Sin embargo, no era la primera ocasión en que era noticia: hace dos años sus alumnos y él ocuparon algunas menciones en medios por el proyecto de reforestación que han implementado, dentro y fuera de la escuela.
Su opinión sobre la dirigencia sindical es que está corrompida. “Vi muchas veces cómo se aprovechaban del poder político que tenían dentro del sindicato y lo que podían lograr para presionar y obtener los beneficios”.
En noviembre de 2015, informó a sus compañeros maestros su intención de participar en la evaluación docente, y a partir de ese momento fue rechazado por la directora y el resto de profesores. Desde entonces lo excluyeron y rechazaron todos sus proyectos, incluido el de reforestación.
Lo último fue lo de mayo. Las madres de los alumnos llevaron las sillas y mesas afuera del plantel y posteriormente dio clases en casas particulares.
Las clases en su escuela se suspendieron en varias ocasiones, pero se ha restablecido el horario laboral, a diferencia de otros planteles en el estado.
“Muchos me decían que eran cinco minutos de fama; a veces, en lugar de ser cinco minutos de fama, fueron cinco minutos de desprecio. Tan es así, que [perderé] a la persona que más me importa en la vida, mi hija.
“Como hubo amenazas, como hubo rechazo, mucha polémica, esto se volvió mediático. Su mamá se va a hacer cargo de ella, como decir, ya perdí a mi hija, no me la han quitado por el hecho de que va a terminar la secundaria”.
Su deseo. A Octavio el gobierno estatal le asignó un guardia para que esté con él las 24 horas, luego de las amenazas recibidas.
El primer día le advirtieron que se cuidara y, a través de su ex esposa, amenazaron con lincharlo. A la fecha, han amagado con exigirle cuentas en cuanto termine la lucha magisterial. Por eso su ex pareja decidió llevarse a su hija.
El profesor está a punto de concluir otro ciclo escolar en la escuela Leona Vicario. Su mayor logro, dice, es que todos pasaron el examen para ingresar a secundaria, aunque asegura que se debe al esfuerzo de los alumnos y de los padres de familia,
Pero también él termina un ciclo. “Quisiera volver a dar clases en la Costa de Oaxaca”, donde empezó como maestro y director comisionado unitario en 1986, cuando terminó la Normal, pero “no por miedo”, afirma.