Estados

Rescatan a 52 migrantes africanos del desierto

Chofer de autobús los abandonó tras sufrir un accidente; el INM les otorgó un permiso para transitar con libertad

En la delegación de migrantes también viajan varios menores de edad en compañía de sus padres (CORTESÍA ARACELY/CELAYA DEL ARIETE DE CABORCA)
27/07/2016 |03:00Amalia Escobar / Corresponsal |
Redacción El Universal
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Caborca.— María Paloma es una ciudadana de la República Democrática de El Congo, África, que, con un español fluido, narra la odisea de atravesar el Océano Atlántico para viajar desde Brasil hasta la región de Altar, donde fue abandonada junto con 53 migrantes más por el conductor de un autobús con destino a Tijuana.

En su intención de lograr el sueño americano, lleva dos meses de travesía. Algunos de sus compañeros de viaje tienen hasta cinco meses pasando de todo; cuidándose unos a otros de ser víctimas de extorsiones y robos.

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Los ladrones les han quitado dinero y pertenencias, por eso se mantienen unidos.

Al principio venían 41, pero durante el trayecto y en albergues, se han encontrado a más compatriotas, todos con rumbo hacia Estados Unidos.

Ella viaja con su pareja; atrás dejó a sus hijos, a quienes debe mantener.

Salir de su país significa una gran ilusión para darles sustento y mejores oportunidades.

María Paloma dice que han sufrido bastante para llegar a Sonora; ella sólo quiere llegar a Tijuana, Baja California, para emprender otra peligrosa aventura, ahora hacia la ciudad de Nueva York, donde tiene una amiga.

Sabe que si logra cruzar la frontera, el panorama también le será adverso: “No tengo a nadie, pero voy con Dios, porque tengo tres hijos y mucha necesidad allá”, dice.

La travesía. El viaje de la africana inició a pie para salir de su país, llegó a Brasil en avión y de ahí se trasladó en un vehículo hacia Colombia, donde pasó seis días sin comer y sin beber agua internada en el monte.

Escondidos en cada país, ella y su pareja llegaron a un refugio en Panamá, y así continuaron su odisea hasta llegar a Tapachula, Chiapas, México, donde el Instituto Nacional de Migración (INM) les otorgó un permiso para transitar libremente por el país.

Hace cinco días contrataron a un particular para que los trasladara a la frontera de Tijuana, pero el conductor se durmió y se salió de la carretera.

Ahí viajaban niños, mujeres y hombres; aunque no hubo personas lesionadas, la unidad si tuvo algunos desperfectos, entre ellos cristales quebrados. El martes 6 de julio, a las 6:00 horas, y luego del accidente, el conductor les pidió que se bajaran para ir a arreglar el vehículo al poblado más cercano, pero ya no regresó.

A las 9:30 horas, agentes de la Policía Federal los encontraron en la carretera y los trasladaron en un camión a la Cruz Roja de Caborca para revisarlos.

Rodolfo Sachael Márquez Badilla, comandante y director de la Unidad Municipal de Protección Civil de Caborca, dice que a los migrantes “no se les puede detener, ellos están legales y pueden transitar libremente por el país, así dice el permiso que se les otorgó, pueden irse cuando decidan”.

En el grupo, al parecer, venían dos centroamericanos de origen guatemalteco y el resto de África. Los africanos mostraron una tarjeta de Viajes García, empresa que los transportaba y cuyo conductor los abandonadó.

Apoyo. A mediodía, los migrantes salieron rumbo a Tijuana ante la petición que hizo la Directora del DIF, Gabriela Calderas, a la alcaldesa Karina García Gutiérrez, quien les facilitó el camión del equipo de béisbol de la Liga Norte de México, Los Rojos de Caborca.

Partieron del desierto de Altar, una de las zonas más áridas del mundo con temperaturas extremas superiores a los 54 grados centígrados, en verano y de hasta -7 grados en invierno.

Estaban a 246 kilómetros de Hermosillo, capital de Sonora y a 625 kilómetros de Tijuana, para luego cruzar la frontera con destino final Nueva York, Estados Unidos.

Sólo en México llevan recorridos 3 mil 282 kilómetros.

Niños, hombres y mujeres van en la búsqueda del sueño americano.

María Paloma asegura que en su país están pasando trabajos: “No quiero estar allá porque no estoy trabajando y mis hijos tienen que estudiar, por eso me salí de allá”.

Al llegar a Nueva York buscará a su amiga, de la que sólo tiene su número telefónico, pero no sabe si la va a encontrar. Va optimista, sonríe y expresa que su futuro y el de sus hijos será mejor.

Su mayor anhelo es tener un trabajo que le permita dar sustento y educación a sus hijos, no le importa exponer su vida por el sueño americano.