Luego de que la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) diera a conocer que el joven Julio César Mondragón, estudiante de la Normal de Ayotzinapa, no murió por un disparo en la cabeza, sino que fue un traumatismo cranoencefálico derivado de los actos de tortura física, surgió una serie de preguntas a las que la CNDH afirma que sólo se dedicaron ha hacer una investigación exhaustiva y muy completa.
El columnista de EL UNIVERSAL, Héctor De Mauleón, escribió que si la CNDH están en lo correcto, entonces “falló la Fiscalía de Guerrero, falló la Coordinación Zona Norte, falló la PGR, falló la Secretaría de Salud, falló el GIEI y el equipo argentino de antropología forense. Mucha gente mintió y ha seguido mintiendo en el caso Iguala”.
Ante ello el titular especial de la CNDH, José Larrieta Carrazco, destacó que lo único que la Comisión ha venido haciendo desde el pasado 27 de septiembre de 2014, “ha sido trabajar en una investigación profunda y una investigación exhaustiva que tiene por objeto conocer la verdad”,
En una entrevista con Luis Cárdenas, dijo que “hubo un análisis profundo con todas las evidencias que teníamos, como la necropsia que se hizo originalmente, la exhumación del cadáver y una segunda necropsia”.
Además, insistió en que el joven Julio César no habría sido desollado sino que habría sido carcomido por la fauna, es decir su piel fue arrancada por perros y ratas en Guerrero.
“De acuerdo a las investigaciones se determinó que la ausencia de la piel en el cuello y rostro del joven fue por la fauna depredadora en etapa post mortem no hubo ninguna acción humana y el cadáver estuvo expuesto a la fauna nociva por casi 7 horas después de su muerte”, enfatizó José Larrieta.
cfe