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“Prefiero ser traidor que maestro güevón”

El profesor Octavio Estrada, que decidió no sumarse al paro en Oaxaca y dar clases en la calle, admite que ha recibido amenazas

Octavio Estrada, profesor sindicalizado, asegura que la escuela no es el edificio, sino el maestro y los alumnos, por lo que esta vez decidió cumplir el compromiso de no dejar a los estudiantes un día más sin clases (EDWIN HERNÁNDEZ. EL UNIVERSAL)
19/05/2016 |02:10
Redacción El Universal
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Oaxaca.— Su imagen cobró popularidad al desafiar a la CNTE. Es Octavio Estrada, un maestro de sexto grado de primaria de Oaxaca que ha recibido amenazas por su rebeldía, por no sumarse al paro magisterial, por preferir dar clases en la calle.

Pero no es la primera vez que desafía a la disidencia magisterial: en febrero presentó el examen de evaluación del desempeño docente y, sin haber concluido estudios en Derecho, dice, aprobó el examen que lo hace ser mejor maestro.

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El profesor, quien vive a cinco cuadras de la escuela Leona Vicario, le abre sus puertas a EL UNIVERSAL. Mientras prepara la comida para su hija, huevos a la mexicana, platica lo que han sido los días después de atender la petición de los padres de familia para no suspender las clases.

Señala que ha recibido amenazas por esa acción. Le han mandado mensajes de WhatsApp donde le dicen “traidor”, “Judas”, “esquirol”; o como el que le mandó una señora diciendo que los miembros de la Sección 22 van a ir a la escuela “a ponerlo en su lugar”.

En otros más le advierten que se atenga a las consecuencias, “¿sabes que te vas a morir?”, además de que le habló a su celular “un padre de familia, ebrio, drogado” para decirle “ya retírese, váyase, renuncie mejor, porque vaya a tener consecuencias”.

Sin embargo, asegura que por encima de cualquier amenaza está su vocación y “prefiero tener esa fama de traidor a la Sección 22 a que me vuelvan a decir ‘maestro flojo’, ‘maestro güevón’”, asegura.

Con 50 años de edad y 30 de servicio, don Octavio recuerda que nació en la Ciudad de México, pero cuando tenía 10 años se lo llevaron a vivir a Oaxaca; estuvo 18 años como maestro y supervisor de zona en la costa.

Narra que antes de la evaluación, todos sus compañeros lo respetaban, le dejaban abrir la escuela por la mañana, pero luego de eso, lo segregaron, “me dieron la espalda”.

La sencillez en su trato impone. Mientras pica el jitomate, lo fríe y le agrega huevos, habla con orgullo de su vocación, de que desde hace años es padre y madre de su hija adolescente, pero lleva buena relación con la madre de la joven, quien llega de improviso a la pequeña casa de interés social, que aún no termina de pagar. La cocina está a un lado de la sala comedor y al lado hay dos recámaras; afuera hay una cochera.

“Me enseñaron a no hacerme tonto, entonces cada día que pasa, me apasiona más estar entre los niños”, dice y señala a su ex esposa: “Me dice que no me van a construir un monumento, no me lo van a hacer, pero si un niño me dice: ‘Adiós, maestro’, ‘¿cómo está?’, me apasiona más”.

Su acción generó que el martes el secretario de Educación, Aurelio Nuño, difundiera en streaming de Facebook una videollamada para felicitarlo. Don Octavio respondió: “El orgulloso soy yo de que tengo unos alumnos excelentes, unos padres de familia excelentes y ojalá que el día de mañana se acabe [el paro]”.